Apostasía de la fe (3)
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía… (2 Tesalonicenses 2:3)
Hemos hablado brevemente de la apostasía generacional en Europa, una sociedad que ha sido edificada sobre los valores judeocristianos, además de la filosofía griega y el derecho romano. Hoy asistimos al sueño de Juliano, llamado el apóstata, de hacer volver el paganismo a la sociedad del siglo IV. Quisiera pararme unos momentos en el caso español, la metamorfosis que ha experimentado España en las últimas décadas, abandonando su ancestral moral católica, con todos los matices que queramos ponerle, pero que ha dado forma a la nación, configurando su carácter identitario.
Hemos pasado de la dictadura nacional católica, a una democracia desdibujada que nos ha conducido, mediante libertades mal entendidas, al hundimiento y disolución de una sociedad quebrada y confusa como pocas veces en su larga historia. Es evidente que una parte de las bases tradicionales de nuestro pueblo estaban fundadas sobre la arena movediza de una religiosidad impuesta desde el poder. Por otro lado, no se pueden negar las raíces profundas de un sector de la población en una fe cristiana-católica que sirve de cortafuego ante la deriva disoluta de quienes buscan su destrucción mediante el desmembramiento de la nación española.
Sin embargo, asistimos perplejos a la caída de los valores y principios espirituales que han hundido a esta generación en un secularismo que pretende desalojar la fe de todos los ámbitos públicos para desterrarla al ostracismo de una manifestación mínimamente individual. Muchos han sido anegados por los tiempos postmodernos que niegan el lenguaje bíblico y toda manifestación pública de la fe. Por otro lado, si analizamos la vertiente protestante evangélica de la fe cristiana vemos con profundo dolor que tampoco aquí estamos ante una solidez de las verdades bíblicas que puedan frenar la deriva disoluta a la que asistimos.
He vivido personalmente momentos de cierto despertar espiritual en algunos movimientos cristianos en España que poco a poco fueron perdiendo su vigor en las aguas procelosas de las rencillas y divisiones impidiendo la fortaleza de una iglesia sólida con voz profética en la sociedad. Nuestros líderes representativos tampoco están a la altura de la necesidad del momento decadente que vivimos. Siempre podemos consolarnos con ciertas manifestaciones de entusiasmo locales en algunas congregaciones, pero en un sentido amplio y general, veo con tristeza que la apostasía de la fe y la doctrina también nos ha traspasado a quienes pretendíamos, ingenuamente, la transformación de la sociedad.
España también vive hoy tiempos de decadencia de la fe y los valores.