GRATITUD Y ALABANZA (64) – Los milagros glorifican a Dios (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Los milagros glorifican a Dios (3)

Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos (Lucas 4:14,15).

Hemos dicho en otra ocasión que en una multitud encontramos actitudes diversas. Es natural. Las personas tenemos motivaciones diferentes, nos movemos por intereses distintos aunque muchos de ellos sean convergentes, pero somos diferentes, nuestro espíritu nos distingue. Solemos decir de una persona que tiene buen corazón cuando apreciamos comportamientos honestos; por el contrario, no es trigo limpio, cuando sabemos que hay doblez, engaño y falsedad en determinadas maneras de ser. Por tanto, en una multitud de personas siempre veremos actitudes y respuestas diversas ante un mismo hecho. Eso mismo ocurría entre las multitudes que a menudo rodeaban a Jesús.

Ante la manifestación del poder de Dios unos respondían con asombro, perplejidad, incluso con un temor reticente, y otros explosionaban en alabanza y júbilo, su gratitud era ruidosa y evidente. Glorificaban a Dios por los milagros que veían sus ojos; pero otros, en la misma circunstancia reaccionaban de forma distinta. Veremos en las próximas meditaciones ejemplos de ambas actuaciones.

La fama de Jesús se difundió rápidamente porque sus obras eran muy llamativas. Después de pasar cuarenta días en el desierto, siendo tentado por el diablo, y habiendo vencido toda tentación, regresó a Galilea en el poder del Espíritu. Ese poder se manifestó en obras que glorificaban al Padre. Por tanto, el poder del Espíritu nunca es para poner el foco sobre el predicador, sino sobre el verdadero Autor de los milagros. El me glorificará (Jn.16:14), le había dicho Jesús a los suyos cuando enviara el Espíritu de verdad.

Toda la tierra de los gadarenos (en la región de Decápolis, al este de Galilea) estuvo durante un tiempo atenazada por la manifestación demoniaca de un hombre poseído por una Legión de demonios. Esta persona, convertida en fiera infernal, andaba desnudo y habitaba entre los sepulcros, fue atada en múltiples ocasiones con cadenas y grillos por sus vecinos y rompiéndolos sembraba el caos siendo impelido al desierto, donde le encontró Jesús. Cuando el endemoniado fue resistido por la luz y autoridad del Maestro, se produjo una confrontación espiritual en la que los demonios rogaron ser enviados a un hato de dos mil cerdos. Una vez liberado de semejante atadura fue hallado vestido y con un carácter equilibrado. Muchos tuvieron miedo por el cambio, pero él fue publicando sin temor por toda la ciudad lo que Jesús había hecho por su vida. Unos temieron, otros glorificaron a Dios por la liberación.

         El poder libertador de Jesús glorifica y honra a Dios por la libertad.

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