73 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaMas yo, a ti pido auxilio, Señor, y mi oración llega a ti por la mañana. ¿Por qué, Señor, rechazas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro? He estado afligido y a punto de morir desde mi juventud; sufro terrores, estoy abatido… has alejado de mí al compañero y al amigo; mis amistades son las tinieblas (Salmos 88:13-18).

         Realmente nuestro hombre vivía en medio de la noche más oscura. Se mantuvo pidiendo auxilio, presentando su oración cada mañana, pero su realidad iba por otro lado. Notaba como si Dios mismo le rechazara, estaba afligido y abatido, solo y despojado, hasta que exclama lo que parece ser la respuesta de este salmo estremecedor: mis amistades son las tinieblas. El reino de la oscuridad lo había invadido. Atravesaba el valle de sombra de muerte. Era el tiempo de las tinieblas (Lucas 22:53). Jesús vivió esa hora oscura, el abandono de todos su amigos, y el dolor de la separación del Padre. Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado. Era necesario el paso por la más densa oscuridad para dar lugar al día con más luz, el triunfo de la resurrección. Vivimos unidos a Jesús en su muerte, sepultura y resurrección. El discípulo no es mayor que su Maestro. El día malo de oscuridad culmina en el triunfo de la resurrección. Es la esperanza de gloria.

         Padre celestial, gracias por socorrernos el día de oscuridad mediante el triunfo de la resurrección de Jesús. Amén.

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