CÓMO AFRONTAR UNA DECADENCIA ENCUBIERTA (1)

Como afrontar una decadencia encubiertaCómo Afrontar una decadencia encubierta (1)

Virgilio Zaballos.

INTRODUCCIÓN

Comenzaré diciendo que la ceguera es un gran enemigo de la verdad impidiéndonos ser conscientes de los peligros que nos acechan.

Hay velos que ciegan la visión. El mundo entero está bajo el maligno. La iglesia tiene luz y revelación, pero también nos ha afectado la decadencia relativista que predomina en nuestra generación. Algunos de los velos son estos:

  • Velo sobre la luz del evangelio (2 Co.4:4)
  • Velo sobre las naciones (Is.25:7). Idolatría. Sion es la respuesta (25:6-8)
  • Velo sobre Israel. Endurecimiento (2Co. 3:12-18) (Rom.11:25-29). Un día el velo se quitará y verán al que traspasaron (Zac. 12:10)

El velo predominante de nuestra generación es la filosofía humanista-relativista, la soberbia y autosuficiencia del Estado del Bienestar que impide ver la dimensión trascendente del hombre, suplantándola con materialismo y una vida terrenal sin trascendencia (Fil. 3:18-21). Es lo que llamamos realización personal, enemiga del evangelio.

A. LA SITUACIÓN ACTUAL. NUESTRA GENERACIÓN.

Textos: 1 Crónicas 12:32 / Rom.13:11 / Mt.16:1-4

Tengo la certeza desde hace años que vivimos en tiempos de decadencia. Y en muchos casos esa decadencia está encubierta y escondida detrás de una apariencia de bienestar social y material; se oculta tras el ídolo de la realización personal y una falsa libertad para conseguirla. Predomina la importancia del aspecto externo, las formas sin fondo. Se premia y prioriza la imagen más que el ser, lo que hacemos más que lo que somos.

¿Qué quiero decir con una decadencia encubierta? Me refiero al hecho innegable de que vivimos en un deterioro social, moral, familiar y espiritual escondido tras una apariencia de «bienestar» físico, material y realización personal que oculta la verdad de este tiempo, y por tanto, impide la búsqueda de soluciones. Quiero decir que vivimos en una realidad falsa que oculta la verdad de nuestra situación real y actual. Es como un edificio atacado por aluminosis actuando sobre su estructura básica, si no se actúa sobre la enfermedad interna puede venirse abajo en el momento más inesperado.

La decadencia puede ocultarse durante un tiempo bajo el barniz del llamado Estado del Bienestar, la comodidad que adormece nuestros sentidos para discernir y despertar. También mediante una falsa libertad que permite a las sociedades modernas occidentales acometer todo tipo de leyes que pretenden dar respuesta a los diversos caprichos del ser humano. Lo llaman libertad, lo contrario es intolerancia, por ello, se buscan argumentos adecuados para sustentar cualquier aberración en nombre de una falsa tolerancia. Internet y las redes sociales están llenas de esta falsa libertad de expresión que da paso a todo tipo de calumnias y maldades inflamadas por el mismo infierno (Stg.3:6).

La llamada pandemia del covid ha puesto de manifiesto la falsedad de una sociedad democrática que ha impuesto un régimen de terror con medidas absolutamente desproporcionadas amparadas en el «bien común» pero escondiendo, ya sin tapujos, un totalitarismo evidente en el antiguo occidente democrático.

La decadencia se ha instalado en distintas áreas de la sociedad. Afecta a gran parte de lo que somos y hacemos. Veremos una reseña general de la decadencia en la sociedad actual, pero lo que más me interesa es ver cómo esa disolución está influyendo sobre la iglesia en general, debilitándonos y haciéndonos inservibles, como una estatua de sal. Porque si la sal se vuelve insípida o se desvanece no sirve para nada (Mt.5:13). El pueblo de Dios es luz del mundo y sal de la tierra; si se deja contaminar por su entorno pierde su sabor y la razón de su llamado. El profeta dijo: Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos (Jer.15:19).

Seamos sinceros, en mayor o menor medida, cada uno de nosotros estamos afectados por la decadencia que nos rodea. En algunos casos somos conscientes pero vemos la impotencia de hacerle frente; en otros ni siquiera eso, vivimos ajenos a una realidad oculta apagada por un falso bienestar que nos ha adormecido, anestesiado… viviendo sin vivir…

Asistimos indolentes a un tiempo de camuflajes. Se pone tanto énfasis en la apariencia de las cosas que la esencia pierde su sentido, y el aspecto externo acaba siendo lo verdaderamente relevante. También en la iglesia hemos caído en esa trampa. Se premian los aspectos superfluos  (imagen, número, influencia, atractivo) y se minusvaloran los verdaderos soportes de la vida cristiana: la firmeza en la fe, el amor, la esperanza, etc.

La disolución de los valores nos afecta. La permisividad ha invadido gran parte de la iglesia. Nos hemos conformado a este mundo, rendido a sus hechizos y fascinados por sus encantos.

En resumen. La decadencia se esconde y encubre detrás de un bienestar social y material, que debemos combatir con madurez espiritual; tras el deseo de realización personal que debemos afrontar con el evangelio de la cruz; una falsa libertad que debemos encarar con la libertad de ser esclavos de Cristo; y el predominio de la imagen externa sobre la sinceridad del corazón interno que debemos someter con la realidad de un corazón rendido al Señor, manifestando de verdad lo que realmente somos: luz del mundo y sal de la tierra.

Continuará…

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