GRATITUD CELESTIAL – Adoración y gratitud en el cielo (7)
Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado (Apocalipsis 19:6,7).
Llegados a este momento en el desarrollo del libro de Apocalipsis nos encontramos con un grito de júbilo y victoria porque los juicios de Dios han llegado, y ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido la tierra con su fornicación, y el Señor venga la sangre de sus siervos que ha sido derramada en abundancia por la ciudad sanguinaria. Ese grito de victoria suena conocido: ¡Aleluya! Se repite una y otra vez en el cielo: ¡Aleluya! Es la palabra que sintetiza nuestra alabanza, adoración y gratitud al Dios Todopoderoso. Es una explosión verbal que condensa todo el potencial unificador de nuestra adoración. Una y otra vez resuena en el cielo como un estallido de triunfo final.
Finalmente la iniquidad es juzgada con todos sus responsables: la serpiente antigua, la bestia, el falso profeta, la ciudad ramera, la muerte y el Hades, y todos aquellos que han servido al reino de iniquidad: los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apc.19:20; 20:10,14,15; 21:8). Y sobre todo, ese grito de júbilo y triunfo tiene como fundamento la manifestación postrera del reino de Dios: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!
El reino se establece definitivamente sobre toda la creación. La justicia ha vencido. Las primeras cosas han pasado. Dios enjugará toda lágrima vertida de los ojos de sus hijos; ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor (Ap. 21:4). Es el día esperado y anhelado por todas las generaciones de los justos que han llenado la historia de la humanidad.
Finalmente ha concluido el reino de muerte y su poder. Todo ha sido hecho nuevo. Una nueva ciudad aparece en el horizonte. Un nuevo gobierno se establece en todo el Universo. La esperanza de gloria ha llegado a su plenitud. Hay gozo y alegría porque las bodas del Cordero han llegado. El Rey entra con toda su magnificencia; su esposa preparada con el vestido de lino fino se une a su Señor para siempre. Se nos dice que esta esposa es una ciudad, la santa ciudad, la nueva Jerusalén, dispuesta como una esposa ataviada para su marido; es el tabernáculo de Dios con los hombres (Ap.21:2,3). Para finalizar esta serie nos fijaremos en el vestido de lino fino de la esposa en las tres últimas meditaciones.
Aleluya es el grito de alabanza y gratitud que resume la victoria final.