El resurgimiento del islam (4)
Y la bestia que vi era semejante a un leopardo… El dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad… y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia… se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias… y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra… (Apocalipsis 13:2-8)
Podemos tener dudas o diferentes posiciones sobre la identificación de la bestia, el anticristo y demás personajes apocalípticos, pero de lo que hoy no podemos dudar es que estamos asistiendo a un resurgimiento del islam más radical, que en esencia es el islam verdadero, el de su origen primigenio. Cualquiera que estudie mínimamente los orígenes del mundo musulmán y sus doctrinas esenciales se dará cuenta de varias cosas. En primer lugar que no es solamente una religión como las demás, se trata de un sistema que pretende controlar toda la vida y a todas las naciones bajo el sometimiento a una nueva ley, la sharía; un gobierno mundial, el del califato, con una figura semejante a la del Mesías de Israel, llamado el Mahdi.
El islam es anticristiano, por más que se le pretenda disfrazar de pacífico y moderado. Niega a Cristo, porque niega que sea el Hijo de Dios; niega su muerte expiatoria en la cruz del Calvario, por tanto su resurrección; anuncia un «evangelio» de obras que nunca asegura la salvación, ni siquiera la del mismísimo profeta y mensajero, solo los muyahidines (soldados de la yihad) que mueren matando judíos y cristianos tienen asegurado el paraíso con sus 72 vírgenes (huríes) de ojos negros, y que pueden mantener una infinidad de coitos sin dejar nunca de ser vírgenes. Solo la propia sangre de los «mártires» que entregan sus vidas en actos terroristas puede redimir y asegurar su salvación, y la de setenta familiares.
Una religión que glorifica la muerte, la mentira y el engaño si con ello consiguen hacer avanzar la causa del islam; que desprecia la vida humana, la propia, la de sus mismos hijos (recordar la estrategia de escudos humanos usada a menudo en sus guerras terroristas) y la ajena, no puede ser una religión más. La brutalidad a la que estamos asistiendo en los últimos años procedente de aquellos que matan en nombre del dios más grande (esa es la confesión de los yihadistas: allahu akbar, es decir, Alá es el dios más grande), y a la vez anunciado como el misericordioso, pone de manifiesto su verdadera naturaleza; se trata de una deidad que nada tiene que ver con el Dios de la Biblia.
Podemos elucubrar sobre la naturaleza «pacífica» del islam original, pero la realidad de sus obras no admiten duda, y su mensaje es anti-Cristo.