En las Cartas (IX) – 2 Pedro (2)
Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores… diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? (2 Pedro 3:1-4)
El apóstol Pedro es consciente que le queda poco tiempo, en breve debe abandonar el cuerpo, −como el Señor le había declarado (1:14)−; y quiere dejar constancia del mensaje para que la verdad del evangelio y su esperanza sea confirmada en sus oyentes. Sabe que han surgido muchos burladores que menosprecian el advenimiento del reino mesiánico con el argumento de que hace mucho tiempo se viene anunciando y aún no ha llegado.
Es un mensaje que procede del tiempo de los profetas, que elevó su expectativa en días de la aparición del Mesías en la tierra de Israel, donde muchos esperaban que fuera inminente su manifestación; ahora han pasado varias décadas y todo sigue igual; por ello la fe de algunos se resiente abandonando la esperanza convirtiéndose en burladores y menospreciadores.
Pero hay quienes tienen un limpio entendimiento de las cosas eternas y no se dejan dominar por las circunstancias que les rodean. Nuestro entendimiento de las verdades reveladas pueden sufrir contaminación mediante los argumentos de aquellos que se oponen, en muchos casos con la fuerza de cierta verosimilitud que dan vigor a su incredulidad; por ello el apóstol quiere que los hijos del reino tengan memoria. Memoria de las palabras de los profetas y del Señor y Salvador en boca de sus apóstoles.
Debemos permanecer en la palabra para ser sus discípulos. Hay que superar las pruebas para que la semilla fructifique en nuestros corazones. Hay oposición. Siempre hay oposición a la revelación de Dios. Pero su palabra permanece para siempre. El cielo y la tierra pasarán, su palabra permanecerá. Hay que retener el buen depósito sin contaminación ni adulteración, sin falsas expectativas en cuanto al tiempo de su manifestación.
Como dijo el Maestro: Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzaré a golpear a los criados… y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor… en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles (Lc.12:45).
Debemos mantener la memoria de la esperanza de su reino, −anunciado por los profetas y apóstoles− en medio de los burladores de su advenimiento.