Los profetas de Israel (C) – Zacarías (4)
Así ha dicho YHVH de los ejércitos: Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé. Así dice YHVH: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de YHVH de los ejércitos, Monte de Santidad (Zacarías 8:1-3)
Hemos dicho que en este libro se cita al menos 36 veces Jerusalén; una muestra de la importancia que tiene la ciudad en la profecía de Zacarías. En nuestro pasaje encontramos varias de las expresiones más impactantes sobre la ciudad. En primer lugar vemos que el Señor tiene celo por ella, no en vano en diversos lugares se la identifica con la esposa de YHVH. El profeta Ezequiel relata acerca de su infidelidad. Su origen era de la tierra de Canaán. Cuando nació fue arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de su vida (16:5); pero el Señor pasó junto a ella, la vio sucia, y le dijo; ¡Vive! (16:6). Cubrió su desnudez, hizo pacto con ella y fue suya (16:8). Fue vestida de lino fino, seda y bordado, hermoseada en extremo, y prosperó hasta llegar a ser reina (16:13). Luego su infidelidad la llevó al desierto de los pueblos enemigos; fue mancillada por las naciones; el Señor la juzgó, pero recordó el pacto que había concertado con ella en los días de su juventud; la perdonó, porque fue amada por su Hacedor y siente por ella un gran celo. Un celo que provoca la ira de Dios contra sus enemigos.
Ha llegado el tiempo de su restauración, y el Señor morará en ella; por tanto, será llamada Ciudad de Verdad; y el monte de Sion Monte de Santidad.
La iglesia de Dios no alcanza a entender la importancia de Jerusalén en la profecía. La Escritura enseña que Dios dijo a Moisés que había escogido un lugar para poner en él su nombre (Dt.12:1-28). Ese lugar no se materializó hasta que David llegó a ser rey de Israel. Nada más ser entronizado una de las primeras cosas que hizo fue conquistar la fortalezas de Sion, donde puso su morada y le dio el nombre de la Ciudad de David (2 Sam. 5:6-10).
El rey David, figura indiscutible del Mesías, fue quien entendió cuál era el lugar que el Señor había escogido para poner en él su nombre. El profeta Ahías lo expresó así: Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre (1 Reyes 11:36). Fue allí donde entendió David que debía ser construido el templo mediante su hijo Salomón (1 Crónicas 28:9,10,19,20). Y así fue. El espíritu profético en David le reveló que Jerusalén estaba destinada a ocupar un lugar central en la historia de los planes de Dios con los hombres. Ahora el profeta Zacarías lo confirma.
La ciudad de Jerusalén ocupa un lugar central en el devenir profético.