GRATITUD Y ALABANZA (79) – La enseñanza de Jesús (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – La enseñanza de Jesús (2)

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó (Mateo 11:25,26).

En una de las muchas ocasiones en que se acercaron a Jesús los representantes religiosos judíos para tentarle, le preguntó un intérprete de la ley cual era el gran mandamiento en la ley. Jesús respondió que amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Y Jesús añadió el segundo, —que es semejante—, a su interlocutor: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Amar a Dios es guardar su palabra. Como dijo Jesús: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará (Jn.14:23). Honrar al Hijo es honrar al Padre, y el que honra al Hijo también honra al Padre que le envió (Jn. 5:23). Por tanto, amar a Dios es vivir conforme a su voluntad expresada en la Escritura, y la Escritura manifiesta la voluntad del Padre en la persona del Hijo.

Jesús es la revelación de la voluntad de Dios, y su enseñanza es la palabra que el Padre le dio para transmitir a los suyos. Esa palabra revelada contiene todo el consejo de Dios. Y una parte esencial de ese consejo es adorar a Dios, amarle, servirle, obedecerle, vivir con gratitud y esperanza, confiados en su bondad en medio de una sociedad ingrata, impía y sin afecto natural. Eso fue lo que hizo Jesús a lo largo de su vida terrenal. Alabó y glorificó al Padre en todo lo que hacía. En nuestro texto lo encontramos alabando a Dios en la tierra. Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra. Y lo hizo porque Dios quiso esconder los misterios del reino a los sabios y entendidos, y darlo a conocer a los niños, los de corazón manso y humilde.

Jesús le dio todo un discurso sobre la adoración a una mujer samaritana, cuya vida no era un modelo a seguir en aquel momento. Le dijo que venía un tiempo cuando no debían subir a ningún  monte exclusivo para adorar, ni al monte de Samaria, ni al monte del templo en Jerusalén, sino que Dios estaba buscando adoradores que le adoren en espíritu y verdad. Para este tipo de adoración es esencial la actitud del corazón. Porque los judíos sabían cómo adorar según la ley, dónde había que hacerlo y cuáles eran las formas a seguir, sin embargo, en muchos de ellos el corazón se había engrosado y no andaban conforme al espíritu de la ley. Discutían sobre el lugar apropiado para la adoración; de ahí la respuesta del Maestro a esta mujer. Los samaritanos no sabían mucho, su teología no era muy certera, por tanto, ambos, judíos y samaritanos, debían conocer el nuevo tiempo de adoración: los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

         Jesús nos mostró el camino a la verdadera adoración y gratitud.

Download PDF

Deja un comentario