4 – LA SANTIFICACIÓN – Muertos al pecado vivos para Dios

La santificaciónMuertos al pecado vivos para Dios

Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya que la muerte no tiene dominio sobre El. Porque en cuánto El murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios. Así también vosotros, consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús  (Romanos 6:9-11 LBLA)

Una vez más debemos saber. El apóstol Pablo nos revela la «lógica» de su exposición. Cristo ha resucitado, por tanto, ha vencido el poder del pecado y la muerte. Ahora el pecado ya no tiene potestad sobre El. En su encarnación, el pecado, el tentador y la muerte anduvieron maquinando para hacerle caer, fracasar, y no culminar la obra redentora, pero una vez realizada en victoria, habiendo resucitado de los muertos, ya no está sometido a la posibilidad de la muerte. El autor de Hebreos lo expresa así: Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente (Heb. 5:7).

Ya no volverá a morir. Ha sacado a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio (2 Tim. 1:10). La muerte no tiene dominio sobre Él, por cuanto venció el pecado, aunque cargó con el nuestro, en su justicia, la muerte no tuvo ocasión de retenerle porque el aguijón del pecado fue extirpado, vencido, por ello salió de la tumba victorioso sobre la muerte y su poder. Ahora es poderoso para socorrer a los que somos tentados.

La vida de Jesucristo Hombre es una vida indestructible, la muerte ya no puede actuar nunca más sobre Él. Ahora vive para Dios. De la misma forma, como el creyente está unido a Cristo, −es un espíritu con Él, está escondido en ÉL−, el pecado ya no puede atraparle, su dominio ha quedado neutralizado, nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Por ello, separados de Jesús nada podemos hacer.

No hay victoria posible fuera de Jesús. No hay poder para vencer enemigos tan poderosos sino a través de nuestra unión indisoluble y mística con el Autor de nuestra salvación. Aunque nos queda la redención final de nuestro cuerpo, sin embargo, podemos considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios. Podemos andar en novedad de vida. Podemos mantener una nueva manera de vivir según la voluntad de Dios y la nueva naturaleza en Cristo. Y todo ello por nuestra unión con el Mesías. Debemos descubrir, saber, conocer, y todo ello por revelación, que de nuestra unión con Cristo emana la fuente de revelación y vida.

         Hemos muerto al pecado con Cristo, ahora vivimos para Dios por Cristo.

Download PDF

Deja un comentario