4 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)A nuestra imagen y semejanza

Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…  Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1:26,27).

         La voluntad soberana de Dios ha querido crear al hombre. ¡Qué fácil de entender cuando no estamos atrapados en vanos razonamientos! ¿Surgen preguntas por resolver? Sí. «Ahora vemos por un espejo, veladamente… ahora conozco en parte…» (1 Co.13:12). Si aceptamos que somos el resultado de la voluntad creativa de Dios podemos avanzar. Nosotros creemos en Dios, confiamos en su palabra, por tanto, podemos continuar.

El texto que tenemos arriba nos dice que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. ¡Increíble! «Alto es no lo puedo comprender» (Sal. 139:6). «¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides?» (Sal. 8:4). El hombre corona la creación de Dios. ¡Creados a su imagen y semejanza! Pero, ¿cuál es la imagen de Dios? ¿A qué se refiere el texto? No hay una respuesta definitiva a esta pregunta, aunque hay varias cosas que podemos decir sin caer en especulaciones.

El punto de vista reformado es que la imagen de Dios en el sentido más amplio de la palabra se halla: en el hecho de que el hombre es un ser espiritual, racional, moral e inmortal. Dios revistió al hombre con algunos aspectos de su propia personalidad: justicia, verdad, amor, voluntad, emociones, conocimiento. Le transmitió atributos elevados como la creatividad, poder expresarse de manera audible mediante la palabra hablada, comunicarse con sus semejantes, y sobre todo con el mismo Creador. Lo vistió de espiritualidad.

Dios es Espíritu, sopló en el hombre aliento de vida, y vino a ser un ser viviente. Además le dio libertad, libre albedrio, lo hizo libre, no un autómata, sino con capacidad de poder escoger y vivir sujeto a su voluntad, bajo las condiciones dadas por Dios, con límites establecidos dentro de unos parámetros amplios de acción individual.

Dios creó al hombre para tener comunión con él, relacionarse de manera cercana y compartir, no solo el resto de la creación material, sino su misma naturaleza y esencia. Puso eternidad en el corazón del hombre (Eclesiastés 3:11). Jesús confirmó el relato bíblico, escrito por Moisés, cuando dijo: «¿No habéis leído que aquel que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra?» (Mateo 19:4).

         El hombre fue creado por Dios a su semejanza, su propia imagen, «para alabanza de la gloria de su gracia» (Efesios 1:6). «Porque de Él, por El y para El son todas las cosas» (Ro. 11:36). «Todo ha sido creado por medio Él y para El» (Colosenses 1:16).   

 

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