54 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaSácame del cieno y no dejes que me hunda; sea yo librado de los que me odian, y de lo profundo de las aguas. No me cubra la corriente de las aguas, ni me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca   (Salmos 69:14,15)

Si pensamos en el ámbito natural, el salmista se encuentra en una situación lamentable. El lugar de la escena es desolador. Está anegado en cieno que amenaza con hundirle. Es consciente de las personas que le odian. Percibe la profundidad de las aguas y nota cómo hay corrientes subterráneas que le conducen al abismo del que no podrá salir. Como si el pozo cerrara su boca y quedara sin esperanza de salvación alguna. Me recuerda la experiencia de Jonás en el vientre del pez, rodeado de algas marinas y glándulas que amenazaban con engullirle. Pienso también en el descenso al Hades de Jesús, cuando su cuerpo fue puesto en la cueva, inerte, muerto y bajo el dominio del reino de tinieblas. Y medito, que aún desde ese lugar de despojo e impotencia, podemos clamar: Sácame… líbrame… no me cubra la corriente… ni me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca.  Nuestra voz sorda, insignificante, ante la inmensa oscuridad, llega hasta quién puede librarnos. De otra forma el salmista, Jonás o Jesús no hubieran clamado para ser librados.

Padre amado, mira dónde estamos y sácanos del abismo. Amén.

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