Cuán bienaventurado es el hombre cuyo poder está en ti, en cuyo corazón están los caminos a Sión!… Oh Señor de los ejércitos, ¡cuán bienaventurado es el hombre que en ti confía! (Salmos 84:5,12).
La Biblia está llena de bienaventuranzas. No solo las que Jesús nos enseñó en el Sermón del Monte, que son las más conocidas, sino que hay muchas otras. El salmista nos habla de algunas más. El hombre es bienaventurado cuando tiene en Dios la fuente de sus fuerzas. El hombre vive esperanzado cuando en su corazón están los caminos a Sión, la ciudad del gran rey, la Jerusalén celestial. Cuando habita como extranjero y peregrino en esta tierra, acercándose en fe, no al monte que se podía tocar, sino que os habéis acercado al monte Sion y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel (Hebreos 12:18-24). El hombre vive una feliz aventura en este peregrinaje cuando tiene su confianza en el Dador de la vida.
Padre, tu nos haces bienaventurados. Nos has dado a Jesús para que nos fortalezcamos en él y en el poder de su fuerza. Gracias. Amén.