97 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEn medio de mi angustia invoqué al Señor; el Señor me respondió y me puso en un lugar espacioso. El Señor está a mi favor; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? El Señor está por mí entre los que me ayudan; por tanto, miraré triunfante sobre los que me aborrecen. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor confiar en el Señor que confiar en príncipes  (Salmos 118:5-9).

         Mi angustia es mía y no de otro. Podemos compartirla con nuestro prójimo, invadir a otros con ella, esparcirla por donde quiera que vayamos y generar un ambiente angustioso sobre todos aquellos que nos rodean. De esa forma el dolor se extiende y no mitiga. Damos lástima y reclamamos la atención sobre nuestra aflicción. Es una opción. Podemos experimentar cierto alivio cuando los demás hablan de lo mal que estamos pasándolo, pero eso no resuelve el problema sino que lo aumenta. Hay un tiempo para llevar las cargas los unos de los otros y cumplir así la ley de Cristo (Gálatas 6:2), pero no para el lamento incrédulo y la auto lástima, si no sobre la base de buscar ayuda para invocar su nombre juntos. El salmista confía en el Señor más que en el hombre. Espera ayuda del Rey del Universo y no de príncipes humanos. Israel desechó, en días de Samuel, al Rey, y buscó príncipes para que le libraran de sus enemigos. Nuestro hombre ha traspasado el ámbito natural y penetrado al trono de gracia. Fue respondido y puesto en lugar espacioso. Fue librado del temor de los hombres. Miró a sus enemigos desde una posición en los lugares celestiales, por encima de todo nombre y circunstancia adversa, y afirmó su vida sobre la base de buscar primero su reino y su justicia. Más tarde contó sus angustias, y cómo fue librado, pero ya desde la adversidad superada y la victoria conseguida.

         Señor, nos volvemos a ti, invocamos tu nombre. Tú estás a favor de Israel y de aquellos que invocan tu nombre. Ponnos en lugar espacioso. Amén.

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