El Mesías recibido (18)
Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías (Juan 12:37,38)
Estamos viendo que en los evangelios nos encontramos con expresiones que pueden parecernos contradictorias entre sí. Podemos remarcar una parte olvidando otras que complementan el cuadro y estar convencidos de exponer la verdad. Una panorámica general, no exhaustiva, nos da una imagen que podemos resumir de la siguiente manera: Jesús es motivo de división, su identidad provoca controversia, sus obras impresionan y muchos las siguen, sus enseñanzas impactan porque las hace con autoridad; por ello las multitudes le seguían apasionadamente; en ocasiones quedaban perplejas por alguna enseñanza y volvían a tras (Jn. 6:66).
Hubo sacerdotes que creyeron en él pero no lo confesaban abiertamente para no ser expulsados de la sinagoga y sufrir la marginación social. Incluso sus hermanos durante un tiempo no creyeron en él (7:5). Algunos procuraban matarle al oír alguna enseñanza que les parecían blasfemias (10:33); otros porque sanaba en el día de reposo (5:16). Muchos no creían en él por miedo a los judíos (7:13). Otros sufrieron las consecuencias y fueron expulsados de la sinagoga (9:22 y 34). El apóstol Juan escribió al inicio de su evangelio que «los suyos no le recibieron», pero hemos visto que el mismo Juan escribió que muchos creían en él y le recibían, incluso sacerdotes o principales, entre ellos Nicodemo (3:1; 7:50; 19:39). También José de Arimatea era discípulo suyo, aunque secretamente, por miedo a los judíos (19:38); sin embargo, eso no le impidió entrar osadamente a Pilatos para pedir su cuerpo y enterrarlo (Mr.15:43), porque esperaba el reino.
Encontramos también en este evangelio la enseñanza de Jesús que ninguno puede venir a él, si el Padre no le trajere (6:44); o no le fuere dado del Padre (6:65). Y para «complicarlo» aún más, vemos que el endurecimiento de muchos que oyeron el mensaje no podían creerlo porque formaba parte de la profecía de Isaías. Sus ojos habían sido cegados y su corazón endurecido (12:39,40). Por otro lado, el autor del libro dice al final de su discurso que Jesús hizo muchas otras señales que no están escritas aquí, pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (20:30,31). Ese impacto vino después del día de Pentecostés mediante el derramamiento del Espíritu, de tal forma que incluso muchos sacerdotes obedecían a la fe (Hch.6:7). Más adelante, en el libro de los Hechos, encontramos que miles de judíos habían creído en él (Hch.21:20 LBLA).
Creer en Jesús es un milagro de la gracia y soberanía de Dios que impacta sobre nuestra voluntad para rendirnos incondicionalmente.