Consideraciones finales (6) – El pacto con la casa de David
Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino… Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente (2 Samuel 7:12,13,16).
La Escritura se detiene ampliamente en la biografía del rey David. Es una figura central en la historia de Israel. El Mesías era del linaje de David según la carne (Rom.1:3); por tanto, para profundizar en la amplitud de su obra debemos estudiar la casa de David, y especialmente la vida del hijo de Isaí. Lo hemos hecho en el apartado correspondiente de esta serie.
Recordemos algunos detalles. Desechado Saúl por su desobediencia a la palabra de Dios, el Señor les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda mi voluntad (Hch.13:22 LBLA). Durante un tiempo hubo lucha entre la casa de Saúl y la casa de David. La vieja confrontación entre la carne y el espíritu la vemos reflejada de forma gráfica en las vidas de Saúl y David. Poco a poco fue imponiéndose la voluntad revelada de Dios, que había escogido al joven pastor, el menor de la casa de su padre, para ser pastor en Israel y portador de la simiente del Mesías.
Recordemos en este punto a varias mujeres madres de Israel. En primer lugar a Lea, madre de Judá, por tanto de David, que fue menospreciada por su marido a favor de Raquel, aunque el pacto matrimonial debía ser con la mayor de las dos hermanas. Dios eligió a Lea para ser madre de la simiente del Mesías. Luego nos encontramos con Noemí y su nuera Rut la moabita, bisabuela del futuro rey de Israel. Y con Ana, madre del profeta Samuel, y despreciada por su oponente Penina, que clamó al Señor por un hijo con toda su alma, el cual sería quien ungiría a David como futuro rey de Jerusalén. De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel (Hch.13:23).
Fue con David con quien YHVH hizo un pacto para que su trono fuera estable eternamente, la raíz de Isaí. Como anunció el profeta Isaías acerca del Mesías y su reino mesiánico: Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces (Is.11:1). El mismo David, en sus palabras finales, profetizó: Habrá un justo que gobierne entre los hombres (2 Sam.23:3). Sabía que no sería su casa, sino que la superaría; declarado Hijo de Dios con poder (Rom.1:4). El pacto con la casa de David sigue vigente y su cumplimiento se materializará en el reino venidero.
Yeshúa es raíz y linaje de David, estrella de la mañana de un nuevo día.