HOMBRES DE VERDAD – Pero tú
«Pero tú…» (2 Timoteo 3:10).
A partir de este versículo el apóstol hace un giro trascendente. «Pero tú». Comenzó el capítulo diciendo a Timoteo que debía conocer la peligrosidad de los últimos tiempos por causa del carácter de los hombres, ahora se dirige al discípulo para decirle que hay otro tipo de hombres con un carácter distinto, el carácter de los hombres de Dios en los últimos tiempos. Hombres de verdad y dignidad.
¡Qué importa si estamos rodeados de iniquidad si nosotros hemos decidido seguir al Cordero por donde quiera que va! Podemos vivir en medio de Babilonia −como Daniel− pero decidir en nuestro corazón no ser contaminados con las formas del paganismo. Podemos ser defraudados por nuestros hermanos −como José− pero ver a Dios en ello y superar las decepciones cumpliendo el plan de Dios. Podemos vivir en el mundo pero no ser parte de él. Podemos presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; servir a la justicia con todos los miembros de nuestro ser y no conformarnos al esquema y las formas de vida de este mundo porque pertenecemos a otro, somos de otro, hemos sido trasladados de la oscuridad a su luz admirable, de la potestad de Satanás a Dios, dejando de servir a los ídolos y sirviendo al Dios vivo y verdadero; esperando a su Hijo, quién nos libra de la ira venidera.
Lo que Pablo viene a decir en los siguientes versículos de su segunda carta a Timoteo es que el hombre de Dios es un hombre de la palabra y doctrina de la piedad. Un hombre formado por la verdad que la usa adecuadamente. «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15 LBLA). La fortaleza para resistir el ciclón de mentiras que nos ha golpeado en las últimas décadas está en la Roca inconmovible, el Verbo de Dios, la palabra de Dios que se hizo carne y habitó entre nosotros.
En el texto del apóstol hay un giro trascendental. Ahora se dirige a los amantes de la verdad, los discípulos de Jesús, y les dice: «Pero tú» tienes otro fundamento. La fuente de la sabiduría está en las Escrituras. La verdad se sustenta sobre la verdad revelada, sobre la doctrina de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. En las próximas meditaciones veremos lo que Pablo le dice a Timoteo, y con él a todos nosotros que nos consideramos discípulos de Jesús, sobre cómo debe ser el carácter del hombre de Dios, un hombre de verdad, íntegro, y cuáles deben ser las obras que le acompañan.
El hombre de Dios vive en el mundo pero no es del mundo. Está rodeado de mentira pero la verdad le sustenta. Su carácter es transformado a la semejanza de Jesús mediante la acción de su palabra viviente.