HOMBRES DE VERDAD – Fe
Pero tú has seguido mí… fe… (2 Timoteo 3:10).
El hombre de Dios es un hombre de fe, «porque sin fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11:6). La fe en Jesús precede a la justicia, puesto que «justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1). Una vez justificados recibimos una nueva naturaleza, somos hechos hijos de Dios, alcanzamos la salvación por gracia, no por obras, porque por gracia somos salvos, por medio de la fe. Con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. La fe viene por el oír la palabra de Dios. El justo vive por fe. En el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: el justo por su fe vivirá. La fe es un don de Dios. Debemos combatir unánimes por la fe que ha sido dada una vez a los santos. A nosotros nos es concedido, a causa de Cristo, no solo que creamos en él, sino que también padezcamos por él. Hemos recibido una medida de fe para que no tengamos un concepto de nosotros mismos mayor que el que debemos tener, (no caer en la presunción), sino que pensemos con buen juicio, con cordura, de nosotros mismos.
La fe en Jesús nos conecta con el propósito de Dios, despliega su voluntad en nosotros y abarca a toda nuestra manera de vivir. No es una creencia en forma de reglamentos para cumplir, si no una fe por la cual vivir. La fe obra por el amor, se manifiesta en obras, glorifica a Dios y lleva fruto que honra a aquel que nos la dio. La fe es un don de Dios. Pasar del estado de incredulidad a la fe de los hijos de Dios es un milagro de la gracia de Dios en los corazones de aquellos que le buscan y aceptan el misterio de la fe para llegar a comprender. Por la fe entendemos (Hebreos 11:3). Por la fe alcanzamos buen testimonio delante de Dios. Los héroes del capítulo once de la carta a los Hebreos son héroes por el desarrollo de su fe en obras. Por la fe se alcanzan las promesas.
Jesús fue sorprendido por la fe de algunas personas, y por la incredulidad de otras, especialmente las del pueblo donde se había criado. Toda la Biblia está llena de hombres de fe. La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por fe andamos, no por vista. En definitiva, Pablo le dice a Timoteo que ha seguido su fe, la fe en el Hijo de Dios, en el Mesías de Israel, el Rey de gloria, el Redentor del mundo; la fe que había proclamado con valentía en muchas naciones, ante reyes, incluso delante de Cesar. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Juan 5:5).
El carácter de los hombres de Dios, hombres de verdad, está identificado por la fe revelada en las Escrituras.