245 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEn los evangelios (XXI) – El Mesías recibido (17)

Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:42,43)

         La sociedad judía de los tiempos de Jesús estaba compuesta fundamentalmente por saduceos (los dirigentes del templo y la élite política); fariseos (grupo mayoritario, estrictos guardadores de la ley oral y escrita); esenios (eremitas, entre los que podía estar Juan Bautista); sacerdotes (se encargaban de las tareas del templo, había dos grupos, la familia de los sumos sacerdotes, y los levitas que mantenían diversas tareas en el templo); zelotes (nacionalistas judíos); y el pueblo en general. Cuando se emplea el término «los judíos» debemos comprender que en él estaban incluidos todos estos grupos, muy distintos entre sí; lo cual puede prestarse a confusión.

El pueblo en general, con menos prejuicios, aceptaba la mesianidad de Yeshúa. El grupo de los sacerdotes, donde tenemos a fariseos y saduceos, dirigentes muchos de ellos, mantenían una postura contraria al movimiento generado por el ministerio público de Jesús. Pero vemos que entre los mismos fariseos hubo quienes sí reconocieron la autoridad de Jesús, aunque se resistían a mostrarlo públicamente; su reputación y posición social les impedía hacerlo con claridad. Una de sus consecuencias era ser expulsados de la sinagoga, lo cual suponía quedar fuera de la aceptación social, con todas sus prerrogativas, y en muchos casos ser echado de la comunidad judía, lo que luego se ha llamado en el cristianismo «excomunión».

Hoy se produce algo similar en el islam, quedando fuera de la Umma (comunidad de creyentes) sufriendo el desprecio social, y en muchos casos la condena a muerte, quienes se convierten al cristianismo. También lo vemos en el nacionalismo catalán de nuestros días, padeciendo la marginación quienes no participan de su agenda. Nada nuevo debajo del sol. Por ello, muchos en su corazón creían en Jesús, pero no lo confesaban por miedo a ser señalados y apartados.

En definitiva, seguir a Jesús siempre ha sido entrar por la puerta estrecha, y son pocos los que entran, aunque hay muchos que quieren los beneficios del reino sin sufrir el oprobio del rey. Por tanto, muchos creían en Jesús, pero no lo confesaban abiertamente por miedo a los judíos (7:12,13) y sus consecuencias. Por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga (9:22). Las demandas del discipulado marcan la diferencia.

         Confesar abiertamente la mesianidad de Jesús nunca ha recibido la aprobación del sistema religioso, social, o político por sus implicaciones.

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