GRATITUD Y ALABANZA (87) – Enseñanza apostólica (1)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LAS CARTAS – Enseñanza apostólica (1)

Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo (Romanos 1:8).

La carta de Pablo a los Romanos, que es el mejor compendio del evangelio en toda la Escritura, comienza con el deseo del apóstol de dar gracias. Primeramente doy gracias. Rápidamente va a dar comienzo a todo un despliegue de la revelación de Dios sobre el misterio que había estado oculto desde tiempos eternos, pero que ahora ha sido manifestado por las Escrituras de los profetas, para que sea dado a conocer a todas las naciones para que obedezcan a la fe (Rom.16:25-26); pero antes, en principio, antes de todo ese recorrido exhaustivo que el antiguo perseguidor de la iglesia nos va a ofrecer, tiene que dar gracias. Aquí vemos el corazón de este hombre realmente transformado por el poder del mismo evangelio que ahora predica.

Su gratitud tiene una mediación clara, la persona de Jesucristo; da gracias a Dios mediante el Mediador de los hombres ante el trono celestial, y una vez establecido el camino trazado para penetrar más allá del velo se presenta ante la Majestad del cielo para dar gracias por la fe de los hermanos en Roma, una fe que se divulga por todo el mundo. Por tanto, tenemos aquí un principio básico de la enseñanza apostólica: Dar gracias a Dios, mediante el Hijo, por la fe de los hermanos que se proyecta más allá de sus límites nacionales para alcanzar a todas las naciones. Y no es casual que Pablo lo haga así, es una práctica habitual en la mayoría de sus escritos. Prácticamente todas sus cartas se inician con acción de gracias, tal es el valor eterno que le da el apóstol a la gratitud. Veamos. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo (1 Co.1:4). En su carta a los corintios da gracias porque la gracia de Dios les ha sido dada. Ya tenemos gratitud por la fe y la gracia.

En su segunda carta a los corintios deja constancia de la importancia de que muchos den gracias a Dios por el don que les ha sido concedido a él y sus colaboradores (2 Co.1:11). Da gracias por los filipenses cuando se acuerda (plena honestidad apostólica, consciente de la posibilidad de olvidar de hacerlo) rogando por ello (Fil.1:3). También da gracias por los hermanos en Colosas (Col.1:3), y lo hace con gozo (Col.1:12). El inicio de sus oraciones por los tesalonicenses lo hace siempre dando gracias a Dios por ellos (1 Tes.1:2). Lo considera un deber, por cuanto la fe de los hermanos va creciendo (2 Tes.1:3). También se acuerda sin cesar de su hijo Timoteo orando por él acordándose de sus lágrimas (2 Tim.1:3,4). Y lo mismo hace por Filemón en su vida de oración al oír de su amor y la fe que tiene al Señor Jesús y los santos (Fil.1:4). La gratitud fue su prioridad.

         La transformación del apóstol Pablo lo hizo vivir siempre agradecido.

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