Porque en mí ha puesto su amor, yo entonces lo libraré; lo exaltaré, porque ha conocido mi nombre. Me invocará, y le responderé; yo estaré con él en la angustia; lo rescataré y lo honraré; lo saciaré de larga vida, y le haré ver mi salvación (Salmos 91:14-16).
La determinación del salmista, en su amor por Dios, le ha llevado a declararle como su refugio, su fortaleza y confianza, su habitación. Habita al abrigo del Altísimo, a la sombra del Omnipotente, y esa actitud ha cautivado al Señor que ahora es quién habla: porque en mí ha puesto su amor, yo le libraré, le exaltaré, me invocará y le responderé, estaré con él en la angustia, lo rescataré y lo honraré, lo saciaré de larga vida y le haré ver mi salvación. Cómo me recuerdan las palabras de Pablo: Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. El primer mandamiento es amar a Dios con todo… De este cuelgan todos los demás. Y si alguno ama a Dios, es conocido por él. Sin amor no somos nada. A veces buscamos solo los beneficios, no al Dador de ellos. Dios no puede ser burlado. Conoce a los que son suyos, y que se aparte de iniquidad todo aquel que invoca su nombre. Algunos quieren los favores de Dios por amor a sí mismos. Suponen que la piedad es un medio de ganancia (1 Timoteo 6:5). Nuestro hombre ha puesto su amor en Dios. Jesús le dijo a Pedro: ¿me amas?. Esa es la pregunta que debemos responder hoy.
Padre, te amamos porque tu nos amaste primero. Gracias.
Que el Señor Todopoderoso nos llene de su Amor, para poder ser transformados a su imagen y semejanza.
Bendiciones, en Cristo Jesús