Al Señor esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me saco del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos (Salmos 40:1,2).
Hemos crecido y somos parte de una sociedad donde parece que la espera en Dios sea una pérdida de tiempo. Como estamos enfocados hacia la producción, no producir algo tangible y contable nos parece una pérdida que no podemos permitirnos. Hay que obtener beneficio material de todo lo que hacemos, de lo contrario somos contados por ineptos, torpes y perdedores. Sin embargo, el salmista, un hombre muy activo, eficaz, de grandes logros y éxitos, nos dice que la clave de todo ello estuvo en esperar pacientemente al Señor. La espera no significó pérdida, sino ganancia. Fue una espera después de presentar su clamor y necesidad ante el Dios de Israel, entonces, llegó el momento cuando El se inclinó a mí… me sacó del hoyo… asentó mis pies y afirmó mis pasos. Maravillosa espera. Glorioso día. Esperamos al Rey de gloria. Sí, ven, Señor Jesús.
Padre amado, esperamos en ti la redención de Israel. Pedimos por su restauración y la de nuestro país. Sácanos del hoyo y el lodo, y pon nuestros pies sobre la Roca que es Cristo. Amén.