Los profetas de Israel (LXXXVII) – Daniel (1)
En el año tercero del reinado de Joacím rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió… Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos… Entre estos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías… Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse… (Daniel 1:1,3,4,6,8)
Siendo muy joven, Daniel fue llevado cautivo a Babilonia. Allí vivió todo el tiempo que duró el cautiverio, ocupando altos cargos en los imperios babilónico y persa. Babilonia era la gran potencia dominante de aquellos días. La vida de Daniel se extiende desde el primer año de Nabucodonosor, durante los cinco reinados siguientes, hasta la caída de Babilonia a manos del naciente imperio persa. Estuvo allá desde 606 a.C. hasta 534 a.C., un total de 72 años, como testigo de Dios en el palacio del imperio que dominaba el mundo antiguo.
Su nombre significa «Dios es [mi] Juez». Sobre el libro de Daniel se ha conjeturado y puesto en duda que sea un único autor. En el siglo III d.C. un tal Porfirio, propuso la teoría de que el libro era una falsificación del periodo macabeo (168-164 a.C.). Sin embargo, el libro es un documento histórico verídico que data de los días de Daniel; esa postura se ha mantenido unánime entre los eruditos judíos y cristianos hasta el surgimiento de la crítica moderna, que volvió a retomar la teoría de Porfirio.
Si el libro de Daniel no fuera tal como sustenta su contenido, ¿cómo podemos creer que Dios sea partícipe de un engaño semejante? Estaríamos ante la anulación del mensaje profético que contiene, puesto que las profecías citadas serían historia en lugar de mensaje revelado. Creemos más bien que el orgullo intelectual se resiste a reconocer los maravillosos milagros y las sorprendentes profecías que contiene este libro.
El libro mismo presenta a Daniel como su autor (7:1,28; 8:2; 9:2; 10;1,2; 12:4,5); si así no fuera estaríamos ante un engaño insostenible de las Escrituras. El mismo Jesús confirmó su legitimidad en Mateo 24:15. Dejando atrás todas las conjeturas sobre la historicidad del libro, iremos viendo algunas de las sorprendentes profecías acerca del reino mesiánico que contiene. De inicio nos encontramos con la determinación de Daniel y sus amigos de no ser asimilados por la cultura babilónica. Dios les dio gracia, conocimiento e inteligencia; y fueron hallados diez veces mejores que los magos y astrólogos.
Daniel es un ejemplo de integridad y calidad de un profeta de Dios.