44 – LA LUCHA INTERIOR – Pienso que cumplo sin cumplir

Lucha interiorPienso que cumplo sin cumplir

Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del Señor! He cumplido el mandamiento del Señor. Pero Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?  (1 Samuel 15:13-14).

La Escritura enseña que somos lo que pensamos. Pues como piensa dentro de sí, así es (Pr. 23:7 LBLA). Un pensamiento errado pasado por bueno nos introduce en una cárcel de difícil liberación. Saúl ha entrado en ella. Piensa que ha cumplido el mandamiento del Señor, pero lo ha hecho solo en parte. Se ha dejado seducir por una obediencia parcial. Su corazón está alegre, la conciencia no le acusa, está convencido que ha hecho lo correcto y que Dios lo aprueba. Sin embargo, la verdad va por otro camino muy distinto.

En ocasiones podemos vivir sinceramente errados, estar plenamente convencidos de una postura que conduce al fracaso. El envanecimiento personal es el camino más rápido para conseguirlo. El rey de Israel estaba dando los pasos para ello. Los que están en puestos de responsabilidad tienen la necesidad de asegurar sus obras en la revelación de la Escritura. Es fácil equivocarnos cuando las circunstancias confirman lo que hacemos.

El pasaje que estamos meditando en 1 Samuel capítulo quince relata un episodio de la guerra entre Israel y Amalec. Pues bien, paradójicamente, algunas veces podemos pretender combatir a Amalec, —figura de la vida carnal—, con las mismas fuerzas carnales que pretendemos evitar. Saúl había luchado contra Amalec como resultado de un mandato del Señor, pero lo había hecho a su manera, con una proporción de obediencia y otra de desobediencia. Estas mezclas nunca dan buenos resultados en el reino de Dios.

Saúl usó un lenguaje religioso. Cuando vio a Samuel le saludó así: ¡Bendito seas del Señor! Y a renglón seguido se jacta de haber cumplido el mandamiento de Dios. Romper este momento «mágico» para Saúl era una tarea pesada para Samuel. El profeta podría haber sido políticamente correcto y dar por bueno el nivel de obediencia de Saúl. Sin embargo, fue cortante. No hubo lugar a la tibieza del mensaje. Atrajo la atención de Saúl hacia el sonido de las ovejas y el mugido de los bueyes que había perdonado en su guerra con los amalecitas, incumpliendo así la voluntad de Dios.

La fe viene por el oír. La herejía también, escuchando doctrinas de demonios. Decir la verdad a los que están en autoridad es el mejor servicio que podemos hacer a la nación.

Nuestro oído puede recordarnos la magnitud de nuestra desobediencia.

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