EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE JESÚS
Continuamos ahora con un recorrido inicial en los Evangelios para ver la obra del Espíritu en la vida de Jesús. Todo el nacimiento del Hijo de Dios estuvo rodeado de la obra del Espíritu Santo. Desde su nacimiento virginal a su capacitación para la obra a la que había sido enviado, pasando por su tiempo de prueba en el desierto, y regresando luego en el poder del Espíritu.
- La concepción por el Espíritu (Lc.1:34-35)
- Movidos por el Espíritu (Lc.2:25-27)
- Jesús capacitado por el Espíritu (Lc.3:21-23)
- Llevado por el Espíritu al desierto (Lc.4:1,2)
- Regresando en el poder del Espíritu (Lc.4:13-15)
- El Espíritu para anunciar el evangelio (Lc.4:16-18)
- El tropiezo del vínculo familiar (Lc.4:22)
La concepción por el Espíritu
Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús […] Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen? Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios (Lucas 1:34-35).
La concepción del Hijo de Dios en el vientre de una joven judía, conforme a lo anunciado por los profetas de Israel, fue mediante la intervención directa del Espíritu de Dios. María recibió la visita especial de un ángel con un anuncio único en la historia de la humanidad. La joven razonó —una vez oído el mensaje de Dios— cómo sería posible semejante suceso en su cuerpo si no había conocido varón. Estamos ante la excepcionalidad de la concepción del único Hombre que ha nacido en esta tierra sin conexión con el pecado heredado de Adán. Y para ello no podía haber intervención humana, sino una acción directa del cielo mediante el Espíritu Santo.
Jesús fue concebido en el vientre de María a través de una obra milagrosa y sobrenatural producida por el Espíritu de Dios. La salvación de Israel, y todas las naciones, necesitaba esta intervención única. Desde el principio es obra de Dios. Se necesitaba el vaso, el recipiente que «incubaría» la simiente de Abraham, nacida por el Espíritu para llevar a cabo la salvación a todas las naciones.
María comprendió que concebir en su seno sin haber conocido varón era un acto imposible, por ello el ángel le dio la respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti. La joven hebrea, instruida en las Escrituras judías, comprendió rápidamente que la acción del Espíritu de Dios ya se había producido en muchas ocasiones en la historia de Israel. El Espíritu vino sobre Moisés y los setenta ancianos; vino sobre Josué; actúo sobre los jueces de Israel y los profetas; por tanto, María comprendió que estaba ante un acto de la Providencia actuando sobre la vida de los hombres, en este caso, sobre ella misma.
Y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. María dijo: hágase conmigo conforme a tu palabra, y la obra de redención fue activada en el tiempo señalado por el Padre. La encarnación del Hijo de Dios estaba en marcha. Todo el proceso necesitaba la operación del Espíritu Santo. También en el nuevo nacimiento necesitamos la acción imprescindible del Espíritu para concebir la vida de Dios.
La concepción de la vida de Dios necesita la acción del Espíritu para producir una clase de vida nueva alejada del pecado.