No glorificaron a Dios – Introducción (2)
Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido (Romanos 1:21 LBLA).
La adoración a Dios no es practicar un sistema religioso. Ni siquiera el Judaísmo, matriz en buena medida del cristianismo y algunos componentes del islamismo. El Creador del Universo no es el autor de una religión universal. El Dios Eterno está sentado en el trono, como lo vio Isaías, rodeado de gloria y su consejo celestial, desde donde dirige toda la creación. Es el Señor. Nos ha creado para alabanza de su gloria, y dotado de libertad de elección, aunque sea el Soberano. Usando esa libertad el hombre escogió desligarse del pacto que Dios hizo con Adán, tomando la iniciativa al margen de su voluntad, siendo manipulado por la serpiente pero a la vez responsable de sus decisiones. Por tanto, recibieron las consecuencias de sus actos contrarios a la voluntad perfecta de Dios.
Habiendo conocido a Dios, caminando con Él en el huerto, y disfrutando de todos sus beneficios, escogió emanciparse, emprendiendo un camino oculto a sus ojos para que se abrieran nuevas opciones de dominio según el argumento de Satanás: Serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Ese acto de desobediencia deliberada introdujo un nuevo patrón de comportamiento en el corazón del hombre. La ingratitud, aparentemente involuntaria, penetró en lo más hondo de su ser alejándole de la cordura que había mantenido hasta ese momento. El equilibrio integral que la comunión con Dios le había mantenido en armonía consigo mismo, con la mujer que había recibido por compañera, y el resto de la creación puesta bajo su mayordomía y provisión, se trastornó en pecado, muerte y devastación afectando a todo lo creado.
Por su parte, el sometimiento a los argumentos de la serpiente antigua, padre de la mentira, y dios del presente siglo malo, —una vez que Adán lo despreció—, produjo una nueva adoración espuria que dio lugar a la idolatría con sus múltiples ramificaciones. De este patrón surgirían todos los cultos y religiones sobre la faz de la tierra, con diversas manifestaciones pero una matriz común: adoración falsa, ingrata y necia que produjo el justo juicio de Dios sobre su creación ahora mancillada. Deshonraron a Dios, adorando a las criaturas en lugar del Creador. De esa falsa adoración han brotado todas las ingratitudes que le han seguido hasta nuestros días. Hoy somos el resultado del pecado heredado de nuestros padres, que ha hecho separación entre nosotros y nuestro Dios, perdiendo su gloria.
La ingratitud conduce a la falsa adoración que a su vez nos separa de la fuente de vida, salud y bienestar que procede del Dador de todas las cosas.