Victorias iniciales sobre la carne
Cuando Saúl asumió el reinado sobre Israel, luchó contra todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba y contra los filisteos; adondequiera que se volvía, resultaba vencedor. Obró con valentía derrotando a los amalecitas, y libro a Israel de manos de los que lo saqueaban (1 Samuel 14:47,48).
Es interesante hacer un recorrido bíblico por la lucha que Israel mantuvo contra Amalec en diferentes momentos de su historia. También es una realidad inevitable la lucha del cristiano con el viejo hombre carnal. La historia de Israel muestra que experimentaron tiempos de victoria sobre Amalec y otros de derrota. Las generaciones se suceden pero la lucha se mantiene. Podemos aprender mucho de cómo otros, antes que nosotros, combatieron contra el pecado y llegaron al final de su carrera con gozo. También podemos aprender de los errores de quienes nos han precedido en la fe y evitar cometer los mismos tropiezos.
El reinado de Saúl comenzó con fuerza y victoria. Fue la respuesta permitida por Dios al clamor del pueblo por tener un régimen monárquico como las demás naciones. «Tener un rey que nos saque a la guerra, que vaya delante de nosotros. Un líder que podemos ver y seguir». Con esta actitud, aparentemente lógica, estaban desechando a Dios, −el camino de fe−, y escogiendo el modelo de las demás naciones. Estas decisiones comienzan a menudo con ciertas experiencias que parecen confirmar el acierto de una buena elección, aunque se verá que los gobiernos al estilo Saúl (figura del reinado del hombre carnal con sus potencialidades y hermosa apariencia) pronto demuestran su fragilidad. Eso lo veremos más adelante, ahora nos encontramos con un Saúl que actúa con valentía, derrota a los amalecitas y toda una serie de enemigos alrededor de Israel.
Los amalecitas habían seguido saqueando, está en su naturaleza. Las obras de la carne levantadas en nuestro interior volverán una y otra vez a las mismas acciones. Se repiten con demasiada frecuencia para recordarnos que deben ser destruidas, nunca contemporizar con ellas esperando que el hombre carnal se comporte decentemente y benevolencia. Es un gran error. La naturaleza de pecado está agazapada, esperando su oportunidad para saquear los bienes del reino en nuestros corazones, siempre que se le dé lugar. Es cuestión de tiempo.
Ciertas victorias iniciales sobre la carne en nuestra vida cristiana no son evidencia de madurez; debe establecerse el reino de Dios por la obediencia.