49 – LA LUCHA INTERIOR – El pecado no se borra con el tiempo

Lucha interiorEl pecado no se borra con el tiempo

Porque tú no obedeciste al Señor, ni llevaste a cabo su gran ira contra Amalec, el Señor te ha hecho esto hoy. Además, el Señor entregará a Israel contigo en manos de los filisteos; por tanto, mañana tú y tus hijos estaréis conmigo  (1 Samuel 28:18-19 LBLA).

El episodio de la vida de Saúl cuando fue a visitar a la adivina de Endor para hablar con Samuel, una vez que este había muerto, es uno de esos pasajes complejos de la Escritura. No entraremos aquí en él. Pero sí quiero poner de manifiesto que nuestro pecado no lo borra el tiempo. La desobediencia cometida por Saúl en los primeros años de su reinado en Israel no había sido olvidada por Dios en los días finales de su vida. El primer rey de Israel realizó muchas otras obras después de haber desobedecido a Dios en lo tocante a Amalec, pero ninguna de ellas borró la rebelión de su corazón.

Podemos «servir» muchos años como gobernantes y reyes —o pastores de iglesias— en Israel, y a la vez mantener sobre nuestra cabeza el juicio de Dios que un día nos alcanzará. La vida de Saúl fue un tormento para él mismo —y para muchos otros— desde el día que se obstinó en desobedecer la palabra de Dios. Mantuvo su posición privilegiada durante un tiempo, pasaron años de gobierno despótico, pero llegó el momento para rendir cuentas ante el trono de Dios.

La gloria del hombre es efímera. Podemos mantener una vida religiosa durante un tiempo, incluso durante toda la vida, pero si nuestro corazón no es obediente a la palabra de Dios ésta nos juzgará en el día postrero. Si pretendemos combatir al hombre carnal —que vive alejado de la voluntad de Dios— con justicia propia, rechazando la provisión de Dios en la cruz del calvario, (donde muere el hombre viejo y nace uno nuevo juntamente con Cristo), nos engañamos a nosotros mismos para llegar al fracaso final de nuestras vidas.

El pecado no se borra con el tiempo, sino con la sangre derramada del Justo, el Hijo de Dios, para beneficio de todos los que le obedecen. Nuestra regeneración beneficiará, no solo a nosotros, sino a todos aquellos que estén bajo nuestra influencia. Israel sufrió el desvarío de un gobernante demente por obstinarse en el error, hasta que Dios levantó un rey conforme a su propio corazón. Solo venceremos el poder del hombre carnal con el levantamiento de una vida llena del Espíritu.

         El pecado de un rey lleva a la nación al fracaso. El pecado de un padre atrae dolor a su familia. Solo el pecado borrado abre nuevas posibilidades de victoria y bienestar.

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