GRATITUD Y ALABANZA (49) – No glorificaron a Dios – Un rey desechado

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios – Un rey desechado

Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tu desechaste la palabra de YHVH, él también te ha desechado para que no seas rey (1 Samuel 15:23).

Está escrito que todo lo que el hombre siembra eso siega. La vida del primer rey de Israel así lo confirma. Después de un periodo de diferentes jueces que lideraron los tiempos de lucha para salir de la opresión de sus enemigos, el pueblo liberado de Egipto y asentado en la tierra de la promesa, pidió un rey. Y le dijeron [a Samuel]: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones (1 Samuel 8:5). Esta petición no agradó al anciano profeta, cuyos hijos tampoco daban la talla para continuar la obra del padre.

Israel pidió un rey contra el propósito de Dios, y tanto se obstinaron en ser igual que las demás naciones, que el Señor accedió a su petición. Querían un rey y tuvieron un rey. La misma obstinación, —que es idolatría—, tuvieron en la llanura de Sinar sometiéndose a Nimrod para llevar adelante sus planes lejos de la voluntad divina. Samuel se dispuso, con dolor de su corazón, a buscarles un rey, después que el Señor le dijera: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos (1 Samuel 8:7). De esta forma fue elegido Saúl, un hombre de gran estatura, joven y de buen parecer, que comenzó bien, con actitud humilde, pero pronto se volvió celoso y obstinado. La presión del cargo le pudo, junto con el temor del pueblo, al que quería agradar para ganar su favor, entregando en ello la obediencia a la palabra de Dios.

La rebelión y obstinación endurecieron su corazón de tal forma que fue desechado como rey aunque pasarían años hasta que se materializó su destitución. Más tarde le pudieron los celos tras oír aquella fatídica canción: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. De esta forma el hombre que comenzó con humildad, reconociendo su insuficiencia, agradecido por el honor de ser el primer rey de Israel, se volvió desconfiado y paranoico, abriendo la puerta a un espíritu malo que le atormentaba sin darle tregua. El deterioro de su vida fue en aumento. Confundió a David, —su mejor siervo—, con el peor enemigo. Atrajo la desgracia a su casa y al pueblo que lo había escogido para que liderara sus batallas. Es doloroso ver a multitud líderes, incluidos muchos pastores de congregaciones, siguiendo sus mismos pasos. Está escrito: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Y una buena forma de hacerlo es ser agradecido, no olvidando los beneficios recibidos.

         Un buen comienzo no es suficiente sin asentar la gratitud al Dador.

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