8 – LA LUCHA INTERIOR – La elección de mujer

Lucha interiorLa elección de mujer

Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con Judit, hija de Beeri hitita, y con Basemat, hija de Elón hitita; y ellas hicieron la vida insoportable para Isaac y Rebeca  (Génesis 26:34-35).

El hombre carnal no tiene en cuenta a Dios para elegir mujer con quién emparentarse. El apóstol nos ha dejado la máxima: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque la concordia no será posible. Pretender la paz familiar uniéndose a mujeres idólatras no es posible. Escoger mujer por iniciativa propia sin el consentimiento de los padres puede resultar perturbador.

Esaú tenía cuarenta años, podía haber escogido mujer de otra forma, pero lo hizo llevado por las pasiones desordenadas de los incrédulos. Sabiendo que sería dañino para sus padres no le importó. Aquí no se trata de caprichos afectivos, ni de intereses económicos, tampoco de romanticismo de serie televisiva. La naturaleza de Esaú le lleva a escoger mujer de forma contraria a la voluntad de Dios. Sus padres son portadores de la bendición del Eterno, herederos de la promesa dada a Abraham y su descendencia, por ello unirse a mujeres idólatras era contrario al deseo de sus padres.

El desarrollo del carácter de Esaú le condujo a un deterioro progresivo en todas sus iniciativas. Así es el proceso del hombre carnal cuando domina nuestras decisiones. Dios lo aborrece. La decisión de Esaú, −mayor de edad−, para escoger mujer, hizo la vida de sus padres insoportable. Emparentó con el pueblo hitita, un pueblo originario de Anatolia, —la actual Turquía —, que seguramente ofrecía a los ojos de la carne un futuro más esperanzador que vivir aferrado a la fe de los padres.

De esta forma, la vida de Esaú se alejaba más y más del Dios de Abraham y su herencia. Incluso cuando vio que su hermano Jacob obedecía a sus progenitores marchando a la casa de su madre para emparentar con ellos (Gn. 28:1-7), −porque no querían que su hijo se casara con cananeas−, cuando Esaú vio que eso desagrada a sus padres, fue y tomó más mujeres de entre las familias cananeas, emparentadas con Ismael (Gn. 28:8,9).

Nuestra sociedad actual, —incluidos muchos creyentes—, se deja arrastrar por las corrientes de pensamientos mundanos en lugar de seguir las instrucciones divinas a la hora de escoger cónyuge para formar una familia. No deberíamos tomar a la ligera decisión tan trascendente y guiar a nuestros hijos según la enseñanza del reino de Dios. El hombre carnal se resiste poniendo rumbo a la idolatría y los deseos de sus ojos; por su parte el espiritual se guiará por la voluntad de Dios y el consejo de sus padres.

         Debemos saber que habrá conflictos si tomamos decisiones equivocadas en un asunto tan relevante como formar un hogar.

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