Cómo se entra (3)
… Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:12,13)
La entrada al reino de las tinieblas fue una herencia que recibimos en Adán. Todos nacimos bajo ese dominio de rebelión, con la naturaleza del padre de la mentira; el que ha sido homicida desde el principio, por tanto, hemos participado en mayor o menor medida de su legado. El pecado entró en el mundo por el hombre. Para poder entrar en el reino de Dios necesitamos salir del dominio de las tinieblas, y esa salida es un milagro liberador que solo Dios puede hacer. La puerta de salida de ese dominio es la cruz de Cristo y su sangre derramada en el Calvario; y la de entrada al reino es su resurrección. El cual [Jesús] fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:25). La salvación es de Dios. Por eso dice el apóstol: con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia, y esa herencia tiene que ver con su propia naturaleza: creados en Cristo Jesús, en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:24). Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo (el antiguo dominio del príncipe de este mundo del que hemos escapado) a causa de la concupiscencia (2 Pedro 1:4). Nacer de nuevo es salir de la potestad de las tinieblas, (su autoridad, dominio, cárcel, vivir bajo un ente espiritual dominante), y ser trasladados a otro reino, el reino de su Hijo amado. Y todo ello proviene de Dios. La salvación es de Dios. Recordemos que hay en la Escritura tres expresiones del reino de Dios, una en el corazón, que es de la que estamos hablando; otra en Jerusalén, que es el reino mesiánico futuro del que hablamos ampliamente en otra serie, y la tercera se denomina reino eterno. Debemos entender que para alcanzar el reino eterno, y participar del reino mesiánico, necesitamos ser parte del reino de Dios aquí y ahora mediante la fe en Jesús. Él mismo dijo: Yo soy la puerta, el que por mi entrare hallará pastos. También dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí. Hay un solo Dios y un solo Mediador, Jesucristo hombre. Porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los en el que podamos ser salvos que en el nombre de Jesús. El reino comienza aquí. El rey ya ha venido. El evangelio es la puerta de entrada (Efesios 1:13,14).
La buena nueva es que el reino de Dios ha llegado, y aunque no es de este mundo, podemos entrar en él por la fe en Jesús y alcanzar el reino eterno.