GRATITUD Y ALABANZA (53) – No glorificaron a Dios – Ingratitud de un reino

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios –Ingratitud de un reino

Con todo esto, su hermana la rebelde Judá no se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente… Y me dijo YHVH: Ha resultado justa la rebelde Israel en comparación con la desleal Judá (Jeremías 3:10,11).

¡Cómo nos cuesta a las personas, ciudades y naciones aprender de los errores ajenos! La historia siempre es una gran maestra pero continuamente la ignoramos y por ello repetimos tropiezos cayendo en comportamientos cuyas consecuencias siguen siendo devastadoras. Nos negamos a escarmentar en cabeza ajena. Tampoco tenemos en cuenta el dicho popular: «cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar». O como dijo Salomón: Lo que es, ya ha sido, y lo que será, ya fue… no hay nada nuevo debajo del sol (Eclesiastés 3:15 y 1:9 LBLA).

El reino del norte pronto emprendió un camino errado, alejado de la voluntad de Dios, cosechando la ruina que lo siguió siendo llevado al cautiverio por Asiria. Su hermana Judá, el reino del sur, cuya capital era Jerusalén, aunque prevalecieron ciertos periodos de contención mediante algunos reinados (Josafat, Ezequías, Josías), finalmente se impuso la deriva de la rebelión y deslealtad que acabó en las mismas circunstancias que le condujeron a otro cautiverio, en este caso a Babilonia. La ingratitud de un reino que le fue dado a la casa de David, desechado el de la casa de Saúl, atrajo de manera progresiva la decadencia que finalizó en un juicio devastador sobre Jerusalén y Judá. El proceso decadente del reino antiguo de Judá acabó en una generación que el profeta Jeremías llama la generación objeto de su ira (Jeremías 7:29). Judá no aprendió del mal ejemplo del reino del norte que ya había caído en cautiverio y desolación, sino que multiplicó su pecado superándolo (Jeremías 3:6-10) (Ezequiel 26:51).

Jerusalén que había sido escogida cuando fue arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de su vida el día que nació, y pasando el Señor junto a ella, viéndola sucia en sus sangres, le dijo: ¡Vive! Cubrió su desnudez, entró en pacto con ella, fue suya; adornada y vestida de lino fino, hermoseada y prosperada hasta llegar a reinar, confió en su hermosura y se prostituyó. Edificó lugares altos y se hizo ramera desvergonzada atrayendo el juicio de Dios (Leer  Ezequiel 16). La ingratitud y el olvido de su historia atrajeron el mal a sus calles. Los babilonios la profanaron hasta los días de su restauración por la misericordia y el pacto hecho con David. El juicio comienza por la casa de Dios. Es también la historia de la iglesia, por ello dice el Señor: Recuerda de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las obras primeras… (Apc.2:5). No somos mejores, ni aprendemos lo necesario. Esta generación necesita volver a Dios.

         La ingratitud y el olvido de sus beneficios conducen a la devastación.

Download PDF

Deja un comentario