Sacrificios de alabanza y gratitud (8)
Bueno es dar gracias al Señor, y cantar alabanzas a tu nombre, oh Altísimo; anunciar por la mañana tu bondad, y tu fidelidad por las noches (Salmos 92:1,2 LBLA). Venid, cantemos con gozo al Señor, aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Vengamos ante su presencia con acción de gracias; aclamémosle con salmos (Salmos 95:1,2 LBLA).
En la deriva de nuestro mundo actual se han diluido como un azucarillo las verdades absolutas. La disolución moral y espiritual, con sus mezclas babilónicas e idólatras, ha impuesto una cosmovisión que pretende evitar, ignorar y erradicar la presencia de Dios de nuestras vidas. La noche está avanzada y las naciones han quedado atrapadas en densa oscuridad. Las consecuencias son nefastas para esta generación. El engaño es de tal magnitud que se tiene las tinieblas por luz, y la luz por tinieblas. La confusión resultante ha sumergido a las multitudes en un vacío existencial y una disolución de los valores que destruye el alma humana esclavizándola con nuevas ideologías que buscan ocupar el lugar del Hacedor. Se intenta diluir la fe en el Dios vivo substituyéndola con nuevas religiones al amparo de agendas globalista de instituciones supranacionales que pretenden ocupar el lugar de Dios. Es el viejo proyecto babilónico de la llanura de Sinar bajo el liderazgo de Nimrod, que se levantó con prepotencia contraviniendo la voluntad de Dios. Es lo que llama el apóstol de las naciones «el misterio de la iniquidad» (2 Tesalonicenses 2:3-12).
Sin embargo, todos estos proyectos están destinados al fracaso. Tienen fecha de caducidad. Aunque dejarán un rastro de dolor y muerte a su paso, como todos los totalitarismos. Dios tiene en todas las generaciones un remanente fiel que no dobla sus rodillas ante los baales, sino que discierne el bien del mal, lo justo de la impiedad, la luz de las tinieblas y la verdad de la mentira. Hay una verdad indisoluble que nos muestra una y otra vez el salmista: es bueno dar gracias al Señor y cantar alabanza a su nombre. Anunciar todas las mañanas su bondad; sus misericordias son nuevas cada día; y proclamar su fidelidad por las noches. Es bueno venir a su presencia con cánticos de gozo, aclamarle con júbilo por su salvación —porque seguimos necesitados de salvación, hoy es día de salvación—; vivir una vida de gratitud por sus maravillosos dones y aclamarle con salmos. Hacerlo es penetrar el velo de carne. Salir de las limitaciones temporales entrando en el lugar santísimo y presentarnos delante de su trono con gran alegría, donde caerán nuestras fortalezas y saldremos llenos de la suya. En su luz veremos la luz. Hallaremos descanso para nuestra alma. El diablo pretende robarnos esta dimensión, no lo permitas.
La gratitud y alabanza constantes nos introducen al trono de gracia.