Presta oído, oh Pastor de Israel… Restáuranos, oh Dios… ¿Hasta cuándo estarás airado contra la oración de tu pueblo?… ¿Por qué has derribado sus vallados, de modo que la vendimian todos los que pasan de camino?… Avívanos, e invocaremos tu nombre. Oh Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros y seremos salvos (Salmos 80:1, 3, 4, 12, 18,19).
Dios da y Dios quita. El Señor protege y entrega. Dios oye nuestra oración o aparta su oído para no oír. El Señor humilla y exalta. Resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Enriquece y empobrece. Su misericordia es nueva cada mañana, pero no tendrá por inocente al culpable. Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre siembra eso siega. Si sembramos para la carne, segaremos corrupción; si sembramos para el Espíritu, segaremos vida eterna. Dios es inmutable, el mismo, no cambia, pero actúa de forma distinta en función de nuestra fidelidad o desobediencia a su palabra. Si el pueblo se aparta de su Dios sufrirá el deterioro y la invasión de los enemigos. Si se vuelve a Él es amplio en perdonar y restaurar. Algunos piensan que el Señor hará siempre lo que ellos quieren, pero se engañan creyendo poder manipular a Dios y su palabra. Miremos a Israel y aprendamos. Seamos llenos del Espíritu de temor de Dios (Isaías 11:2).
Padre, restáuranos y avívanos. Levanta tu vallado para que tu pueblo no sea presa del enemigo y podamos invocar tu nombre. Amén.