El hombre sin temor de Dios
Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto, cómo te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios. Por tanto, sucederá que cuando el Señor tu Dios te haya dado descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que el Señor tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides (Deuteronomio 25:17-19 LBLA).
El hombre carnal se identifica por la ausencia de temor de Dios. Aunque puede mantener formas religiosas, sus acciones revelan que no hay temor de Dios en su corazón, por tanto, actúa sin sabiduría. La ignorancia es muy atrevida. Pero es un atrevimiento sobre la debilidad del otro. La falta de temor de Dios engendra la cobardía del hombre. La cobardía se disfraza detrás de una supuesta valentía sobre aquellos que están en inferioridad de condiciones. Esa es la naturaleza de Amalec. Ese es el hombre carnal, nuestra vieja naturaleza de pecado, que debe ser borrada debajo del cielo en nuestra manera de andar.
En el texto que meditamos, vemos el surgimiento de una nueva generación en el pueblo de Dios que no debe olvidar lo que hizo Amalec. La vida cristiana tiene momentos de renovación y restauración, cuando es avivado el fuego de Dios en nuestros corazones. Significa un nuevo levantamiento para heredar las promesas de Dios, sin olvidar la naturaleza del enemigo que nos acecha a menudo.
Debemos acordarnos lo que nos hizo Amalec cuando vivíamos muertos en delitos y pecados, alejados de la ciudadanía de Israel, ajenos a los pactos y las promesas, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros (Tito 3:3). Sin temor de Dios. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, El nos salvó… por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo (Tito 3:4,5), por tanto, debemos borrar de debajo del cielo la memoria de Amalec.
«Acordarnos y borrar» de la memoria, ambas verdades juntas en la experiencia de la nueva vida en Cristo. En ocasiones nos acordamos de la vida en la carne y mantenemos su memoria en la conciencia de obras muertas. La sangre de Jesús borra la memoria de Amalec para vivir en novedad de vida.
La naturaleza carnal no teme a Dios y está destinada a ser borrada de la memoria. El hombre nuevo teme a Dios, es sabio, y guarda sus mandamientos.