Desde la fundación del mundo (4)
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tu postrado me adorares, todos serán tuyos (Lucas 4:5-7)
¿Cuándo le fueron entregados al diablo los reinos de este mundo? ¿Cómo es que tenía Satanás esta potestad y la gloria de ellos para darla a quién quisiera? Eso sí, con una condición, rendirse a su dominio, y postrarse ante su gobierno adorándole. Por tanto, vemos que el diablo tiene algo agradable que ofrecer a los sentidos de los hombres y para ello reclama sumisión y adoración, el reconocimiento de su autoridad, una autoridad que le fue arrebatada al primer hombre en el huerto del Edén cuando se doblegó a su engaño, alejándose de la soberanía de Dios y su pacto, para caer bajo el hechizo del ángel caído. Lucifer seguía anhelando la adoración que solo a Dios se debe, y después de intentarlo con los ángeles, lo amplió al hombre, obteniendo su gobierno sobre la tierra. Vino a ser el príncipe de la potestad del aire; el espíritu que opera en los hijos de desobediencia; el acusador de los hermanos; el príncipe de este mundo y el dios de este siglo; por ello ofrece al mismísimo Hijo de Dios la misma oferta: devolverle la autoridad de los reinos de este mundo a cambio de someterse a su dominio y recibir su adoración. Muchos han caído bajo este hechizo; rendidos a la vanidad de esta vida temporal, han vendido su alma al diablo por un poco de gloria pasajera para caer luego en la esclavitud de un tirano. El Hijo del Hombre venció toda tentación. Derrotó al diablo en la cruz del Calvario, y ha devuelto al hombre, —a todo aquel que cree e invoca su nombre como Señor de su vida—, la gloria y el reino perdido. La Biblia muestra el camino del plan de Dios para restituir las cosas a su plan original habiéndolo regenerado para nunca más degenerar. Haremos un breve recorrido por algunas de las muchas promesas esparcidas por todo el contenido bíblico que anuncian el regreso del reino de Dios a la tierra, su reino en el corazón de los hombres primeramente, y su reino mesiánico a través del Hijo de Dios y heredero del trono de David en Jerusalén, su reino venidero, del que iremos viendo las promesas que lo sustentan desde el principio. Este reino, en dos fases, fue preparado y prometido a los hijos de los hombres desde la fundación del mundo. Conocemos su primera manifestación, y esperamos la segunda y definitiva venida del reino de Dios en la ciudad de David. Como está escrito en el Salmo 2: He puesto mi rey sobre Sión… Te daré por herencia las naciones.
El reino que perdimos en Adán lo recuperamos en el Mesías para gloria de Dios, derrota del diablo, esperando su manifestación final en Israel.