Los profetas de Israel (XXVIII) – Isaías (14)
En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: Fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro (Isaías 26:1)
Una explosión de alabanza al rey de gloria en la ciudad de Jerusalén. En aquel día. Un día conocido por el Señor. El día postrero que da inicio al reino de Dios en la tierra con la venida del Mesías. Y será en tierra de Judá. Así está escrito, y su palabra no puede ser revocada. Es firme en los cielos y nunca pasará. Estamos ante la ciudad del gran rey en su manifestación y en su venida. El reino será desplegado en toda su magnificencia. Observa que la fortaleza de la ciudad está en la manifestación de la alabanza al rey. Es la consecuencia de la salvación de Dios manifestada en plenitud.
Anillos de poder infranqueables. Muros y antemuro. Una ciudad donde solo entrará la gente justa y guardadora de verdades (26:2). La paz será completa (3). El Señor mismo es la fortaleza de su pueblo (4). Derribó y humilló a la ciudad exaltada (5); una apelación, sin duda, a la ciudad de Babilonia, madre de las fornicaciones que salieron por toda la tierra.
Ahora es tiempo de buscar a Dios, porque cuando llegan sus juicios el hombre aprende justicia, pero será demasiado tarde; el malvado no aprenderá, y no mirará la majestad de YHVH (9,10). Habrá paz para su pueblo (12). El profeta regresa al mensaje de la resurrección: Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo (19).
Uniendo este pasaje con Ap.20:1-6 deducimos que habrá quienes resucitarán en la venida del Señor al inicio del reino mesiánico; y los que lo harán al final de los mil años. En este punto no me atrevo a afirmar categóricamente quienes serán unos y otros.
Ese mismo día, dice el profeta, su pueblo será escondido por un momento, en tanto que pasa la indignación (20). Es cuando el Señor sale para castigar al morador de la tierra por su maldad (21). El día de su ira ha llegado; su pueblo es guardado porque esperaban a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tes.1:9,10) (Jn.3:36).
Recibir hoy el evangelio, y convertirse de los ídolos al Dios vivo y verdadero, nos libra de la ira que habrá de venir sobre todos los moradores de la tierra. Pero si rehúsas creer en el Hijo, la ira de Dios permanece sobre ti. Ese día, dice el profeta, la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos (21). Todo ello en aquel día. Pero hoy es día de salvación. Día de ponerse a salvo para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados (1 Jn.2:28).
El día y la hora nadie la sabe, solo el Padre. Pero sí podemos vivir velando y orando para que cuando el venga no seamos avergonzados.