88 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa casa de David (XV) – El mensaje de los profetas

Y les envió profetas para que los volviesen a YHVH, los cuales les amonestaron; más ellos no los escucharon (2 Crónicas 24:19)

         Hay un patrón que predomina en las Escrituras de forma repetitiva: cuando el hombre o el pueblo de Dios se apartan de sus caminos y el pacto, el Señor envía profetas para hacerlos volver del error de su camino. Si vuelven, mediante el arrepentimiento y la fe reactivada de nuevo, salvarán de muerte el alma y cubrirán multitud de pecados (Stg.5:19,20).

Cuando Israel se apartó del pacto que hizo con David, Dios les envió profetas para que volvieran a la cordura de la ley y los límites de la bendición del Shaddai, recuperando así el propósito de sus vidas y los objetivos que debían cumplir. Más ellos no escucharon.

El profeta Jeremías, viviendo en un tiempo de profunda apostasía y decadencia, llamó al pueblo a pararse en sus caminos y preguntar por las sendas antiguas, regresar al camino, andar por él y hallar descanso para sus almas; pero dijeron: no andaremos (Jer.6:16). Luego les exhortó a que escucharan la voz de sus atalayas que los avisaban del peligro inminente que los amenazaba. Y dijeron ellos: No escucharemos (6:17). Es la triste historia del Israel antiguo. Pero no seamos arrogantes, sino temamos, porque si ellos no obedecieron, nosotros tampoco.

El corazón del hombre engañoso se endurece con demasiada facilidad; incluso después de un tiempo de paz y prosperidad. La memoria enfermiza de un corazón engañado lleva una y otra vez a las naciones a cometer los mismos errores.

El libro de Apocalipsis, después de mostrar el juicio de Dios mediante los sellos y las trompetas y antes de las copas de ira finales, contiene un mensaje diciendo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (Apc.10:11). Parece dar a entender el contexto que después del milenio hay un tiempo cuando es necesario volver a profetizar a las naciones para que vuelvan al Dios de Israel, escapando así de la ira venidera. Sea o no así, el denominador común es que el Señor nos habla mediante sus profetas para regresar a la seguridad de la obediencia, penetrando en los límites de su cobertura donde el diablo no puede alcanzarnos.

Hoy vivimos en ese tiempo. Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Heb. 1:1,2). Vivimos en la antesala del reino mesiánico, y debemos oír su voz si queremos entrar en su reposo.

          Aprender a oír bien encaminará nuestras vidas hacia la paz del reino; pero endurecer nuestros corazones nos conduce a destrucción repentina.

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