Mas el fruto del Espíritu es… dominio propio… (Gálatas 5:23).
O templanza, dice en la versión Reina Valera. La novena rama de este árbol del Espíritu es el dominio propio. Aunque no es el último fruto como veremos en próximas meditaciones. Templanza o dominio propio es una virtud por la que muchos gobernantes o líderes de las naciones darían ingentes cantidades de dinero por conseguirla. Cantantes, deportistas, actores, escritores, empresarios, incluso pastores, necesitan sucedáneos químicos para conseguir afrontar los desafíos que enfrentan en sus respectivas profesiones. Muchos no pueden conseguir el descanso necesario que regenere sus fuerzas por la presión que soportan para estar a la altura de un público muy exigente. Algunos quedan atrapados en una espiral que acaba devorándolos. Su carácter se vuelve irritable, aparecen conductas bipolares, esquizofrenias, y todo tipo de enfermedades psíquicas y físicas. El devorador viene a exigir el precio de la fama, la riqueza y el éxito.
Las peleas por las herencias familiares liberan lo peor del ser humano para no acabar nunca de tensar la cuerda que no nos deja vivir. Por eso dice el sabio en el proverbio: «Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio» (Pr.15:17). El fruto del Espíritu es dominio propio. El ocuparse de las cosas del Espíritu es vida y paz (Ro.8:6).
Las guerras vienen de las pasiones por causa de la falta de templanza necesaria para no codiciar los bienes ajenos. Jesús manifestó un dominio propio ejemplar delante de Pilatos y Herodes. Cuando los soldados le escarnecían, encomendó la causa al que juzga justamente. El apóstol Pablo nos enseña que hemos recibido de Dios, no un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Tim.1:7). Saber que lo tenemos en el depósito recibido es el comienzo para su manifestación en nuestras vidas.
Está escrito: «mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad» (Pr. 16:32). Y el apóstol de los gentiles recuerda a los corintios que «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas» (1 Co.14:32). El pecado no dominará sobre los hijos de Dios porque hemos muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Una de las manifestaciones de la vida de Jesús es el fruto del Espíritu en forma de templanza y dominio propio ante los desafíos que presenta la sociedad actual. Es el milagro de la vida cristiana.
El dominio propio es un lujo sobrenatural para el hombre postmoderno. Andar unidos con Jesús lo hará posible porque él es nuestro equilibrio.