La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros (2 Corintios 13:14).
Las últimas meditaciones sobre la vida en el Espíritu quiero dedicarlas a reflexionar sobre la personalidad del Espíritu. También veremos cómo actúa en combinación con el Padre y el Hijo en la obra de salvación, santificación y transformación.
El Espíritu Santo es una Persona. No una fuerza activa. La revelación de la Escritura no deja duda de esta verdad, aunque a nosotros nos parezca que hay aspectos misteriosos a la hora de comprender la unidad y diversidad de la divinidad. Recordemos las palabras del apóstol Pablo: «porque en parte conocemos» (1 Co.13:9). También dijo: «el conocimiento envanece, pero el amor edifica. Si alguno cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como lo debe saber; pero si alguno ama a Dios, ése es conocido por El» (1 Co.8:1-3).
Seguramente sabemos algo acerca de la personalidad del Espíritu Santo dentro de la Trinidad, −o como dice un autor: Tri-Uno−, creemos que en la Escritura se revela un Dios Trino, aunque es Uno, y solo Uno. Ahora quiero centrarme en las características del Espíritu Santo que nos llevan a afirmar que es una Persona, y por supuesto, una Persona de la divinidad.
El Espíritu Santo tiene voluntad. «El Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado» (Hch.13:2). Es quien tiene la iniciativa en la obra misionera. El Espíritu Santo se entristece. «Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios» (Ef.4:30). El Espíritu Santo habla. «Y el Espíritu dijo a Felipe» (Hch. 8:29). Esta misma expresión se repite en muchos otros textos. El Espíritu Santo tiene sabiduría, conocimiento, inteligencia, es consejero. Así es como nos lo presenta el profeta Isaías actuando en la vida del Mesías, el vástago de Isaí que habría de brotar. Dice: «Y reposará sobre Él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor» (Isaías 11:1-2). Aquí tenemos las siete manifestaciones del Espíritu con el que aparece también en el libro de Apocalipsis, denominado como los siete Espíritus de Dios (Apc.3:1; 4:5; 5:6).
Todo ello nos muestra con claridad que el Espíritu Santo tiene las características de la personalidad: voluntad, sentimientos, habla, sabiduría, conocimiento, inteligencia, consejo, etc. Con esta Persona de la Trinidad podemos tener comunión; como dice Pablo: «y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros».
Tenemos comunión con el Espíritu Santo porque es una persona con quién podemos comunicarnos desde nuestro espíritu.