Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo (Hechos 9:31).
Después de la muerte de Esteban vino un tiempo de persecución a la iglesia primitiva. Saulo fue testigo de su martirio y provocó en él una reacción mayor del fanatismo religioso que lo dominaba, aunque seguramente nunca se apartó de su mente la imagen de aquel hombre lleno del Espíritu y fe entregando su vida sin rencor. La persecución con motivo de la muerte de Esteban propicio el avance del evangelio en la región de Samaria, donde el ministerio de Felipe tuvo una gran repercusión.
Luego nos encontramos con la conversión de Saulo, un episodio que cambiaría el devenir de la historia. Esa conversión del viejo perseguidor de los del Camino no solo dejó perplejos a los judíos, sino que impactó de tal forma a los propios discípulos que viendo el revuelo causado por su conversión lo llevaron a Cesárea, y de allí a Tarso, su ciudad natal. Una vez que Saulo desapareció de la escena, el texto bíblico nos dice: Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada… Después de días de convulsión vino un tiempo de paz. Ese tiempo fue favorable para edificar la iglesia del Señor, y esa edificación, que produjo un crecimiento sostenido, vino como consecuencia de dos factores que en el texto que nos ocupa van juntos. La iglesia era edificada andando en el temor de Dios y en la fortaleza del Espíritu Santo.
Dos verdades fundamentales para que la iglesia sea edificada y crezca sana. Ambos van juntos, inseparables. Cuando los separamos entramos en el desenfreno por las experiencias carismáticas sin control, donde irrumpe la carne, la vieja superstición oculta en una aparente espiritualidad novedosa, la mezcla del alma humana y toda su complejidad, con la nueva vida en el Espíritu, que como es nueva no tenemos la experiencia para dejarnos guiar y acabamos cometiendo errores de bulto que puede apagarla. Los corintios vivieron esto y Pablo tuvo que corregir los errores. Pero cuando está presente el temor de Dios, que es una parte del Espíritu de Dios (Isaías 11:2), podemos ser fortalecidos y no ser llevados al desorden y el protagonismo de las personalidades que siempre aparecen. Una parte de los problemas de la iglesia del siglo XXI han venido precisamente por haber abandonado el espíritu de temor de Dios, lo cual nos ha conducido a excesos indeseables y dañinos.
La iglesia crece cuando la combinación entre el temor del Señor y la fortaleza del Espíritu son la base de su edificación.