… A otro, diversas clases de lenguas… (1 Corintios 12:10).
No todos tienen este don, pero todos podemos hablar en lenguas (Mr. 16:17) para edificación propia (1 Co.14:5). Pablo hablaba en lenguas más que todos los corintios (1 Co.14:18). Por tanto, debemos separar dos cosas. Una es hablar en lenguas para edificación personal, y la otra para edificar la iglesia que debe ir acompañado del don de interpretación para que los hermanos reciban edificación. Si no hay intérprete en la congregación debe hablar para sí mismo y para Dios (1 Co.14:27,28).
Las lenguas con interpretación edifican la iglesia; las lenguas sin intérprete son para la edificación propia. Este aspecto lo deja meridianamente claro el apóstol Pablo en su enseñanza. «El que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios, pues nadie lo entiende, sino que en su espíritu habla misterios» (1 Co.14:2). Y luego dice: «El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica» (1 Co.14:4). Hay oración con el entendimiento y hay oración con el espíritu. «Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento» (1 Co.14:14,15). Todo el contexto enseña que orar con el espíritu es orar en lenguas, ininteligibles a la razón humana, pero entendidas por Dios.
Hay lenguas humanas y angélicas (1 Co.13:1). Las primeras son idiomas aprendidos racionalmente, las segundas son lenguas no aprendidas por la razón sino que emanan del mismo Espíritu. Las lenguas humanas se aprenden y responden a las distintas naciones, pero las lenguas del Espíritu tienen su fuente en el Espíritu.
La vida de oración y alabanza son enriquecidas mediante la oración en el espíritu y el cántico en el espíritu. También puede dar el Espíritu lenguas humanas sin haberlas aprendido como en el día de Pentecostés.
No debemos caer en el fanatismo de orar siempre en lenguas creyendo que así somos más espirituales. Debemos ser niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar (1 Co.14:20). El uso de los dones no es para impresionar a nadie, sino para la edificación de los demás. En cuanto al don de lenguas no todos lo tienen (1 Co.12:30), como ocurre con los demás dones. Tampoco debemos prohibir hablar en lenguas; que todo se haga decentemente y con orden (1 Co.14:39,40).
El don de lenguas es para edificar a los hermanos, juntamente con su interpretación. Hablar en lenguas es para edificación propia y personal.