Mas el fruto del Espíritu es… mansedumbre… (Gálatas 5:23).
Una de las figuras que a menudo usó Jesús para referirse al trato con sus discípulos fue la del pastor y las ovejas. Lo que caracteriza la naturaleza de las ovejas es la mansedumbre. Jesús es el Cordero de Dios, y los suyos, que tienen su misma naturaleza, manifiestan ternura y mansedumbre como resultado de la vida de Cristo en ellos.
Pablo dijo: Cristo en mi la esperanza de gloria. También dijo: «buscáis una prueba de que habla Cristo en mí» (2 Co.13:3). Por tanto, se establece un paralelismo entre el Pastor y las ovejas, son del mismo Espíritu, la misma naturaleza. Por eso dice el apóstol «No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos?» (2 Co.6:14-16). Esas uniones son espurias. No hay acuerdo. Tienen naturaleza distinta, por ello cada uno actuará en dirección opuesta. Sin embargo, Jesús dijo: «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt.11:29).
Tenemos, por tanto, que la mansedumbre es una consecuencia «natural» en aquellos que están unidos a Jesús. Es el fruto del Espíritu. «Manso y humilde», dice el Maestro. Ambas cualidades van unidas en la vida del discípulo. Mansedumbre significa calidad de manso. Sin embargo, no malinterpretemos este término. Jesús era manso, lo cual no evitó que confrontara la mentira, el pecado y la injusticia de aquellos que manifestaban la naturaleza de Satanás. «Vosotros sois de vuestro padre el diablo», les dijo a quienes decían ser hijos de Dios pero sus obras manifestaban la naturaleza del padre de la mentira y homicida. Por eso su enseñanza hace énfasis en una máxima esencial: «por sus frutos los conoceréis».
Jesús no solo es el Cordero de Dios, sino que también es el León de la tribu de Judá. Es el siervo sufriente, pero también el Rey de gloria que esperamos. Su enseñanza nos insta a no resistir al que es malo, sino resistir al diablo. Moisés fue cambiado en el desierto en el hombre más manso de la tierra (Nm.12:3). Fue transformado. Los hijos del trueno también. El perseguidor Saulo en Pablo el perseguido. Los hijos del reino manifiestan mansedumbre y humildad en su manera de vivir. Corrigen con mansedumbre a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda el arrepentimiento (2 Tim.2:25).
El ruego del apóstol Pablo es para que manifestemos la mansedumbre y ternura de Jesús como resultado del fruto del Espíritu (2 Co.10:1).