99 – Individualidades para el bien común

La vida en el EspírituPero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común… Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El (1 Corintios 12:7,11).

         Individualidades no para el individualismo, sino para el bien común. Los dones o manifestaciones del Espíritu son para el bien común, para la edificación del cuerpo de Cristo, no para la exaltación de una personalidad predominante en la congregación.

La simbiosis entre nuestra individualidad original dada por Dios, y la edificación del cuerpo de Cristo en su amplitud debe ser el equilibro que debemos mantener. El texto del apóstol habla de «cada uno» por un lado, y de «el bien común» por otro. El Espíritu de Dios distribuye funciones diversas a personas individuales pensando en la edificación de todo el cuerpo.

El Espíritu Santo, al distribuir sus manifestaciones, no está pensando en acentuar al individuo, sino usarlo como canal para expresar o manifestar su voluntad de edificar a aquellos que serán ministrados en última instancia por Él mismo. La fuente es Dios. Las manifestaciones las hace el Espíritu a través de un vaso de barro escogido, por tanto, no hay lugar para gloriarse de uno mismo, sino en aquel de quién proceden todas las cosas.

Pretender usar el don de Dios para enriquecerse, creyendo que la piedad es un medio de ganancia, solo traerá el juicio de Dios, que siempre comienza por su casa. Por eso dice Jesús que al que mucho se le da, mucho se le demandará. Caer en el error de Balaán, que por lucro se apartó de la verdad y se obstinó en el error (Judas 11), conduce a poner tropiezo a los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos de inmoralidad (Apc.2:14). Toda una cadena degenerativa de disolución y pecado comienza en un mal uso del don recibido.

Pertenecemos a un cuerpo aunque recibamos dones específicos para desarrollar una función personal siempre dentro del cuerpo y para el cuerpo. Porque no somos nuestros, hemos sido comprados para agradar a aquel que nos compró con su sangre. Por tanto, si vivimos para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor. En medio de los dos textos que estamos meditando tenemos la lista de dones espirituales que el apóstol Pablo menciona en su carta a los corintios. Veremos en las próximas meditaciones una síntesis de cada uno de ellos.

         Nuestra individualidad está unida a un cuerpo, el de Cristo, donde hay muchos dones y funciones operando para el bien común.

 

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