MANUAL (1) – Los cimientos de la fe cristiana

MANUAL DEL CRISTIANOFundamentos bíblicos para la vida cristiana

MANUAL (1) – Los cimientos de la fe cristiana

En varios lugares la Biblia compara la vida de un creyente a la construcción de un edificio. Por ejemplo, en la epístola de Judas dice: Edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo (v. 20). El apóstol Pablo también usa la misma descripción en varios lugares: Vosotros sois (…) edificio de Dios. (…) yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 1 Corintios 3:9-11 En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:22 Os encomiendo (…) a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros. Hechos 20:32 En todos estos pasajes se compara la vida del creyente con la construcción de un edificio.

Ahora, en el orden natural, la primera parte y la más importante de cualquier estructura permanente es el cimiento. El cimiento fija por necesidad el límite del peso y la altura del edificio que se erigirá sobre él. Un cimiento débil soportará un pequeño edificio. Uno fuerte puede soportar un gran edificio. Hay una relación fija entre los cimientos y el edificio.

En la ciudad de Jerusalén viví una vez en una casa que había sido construida por un asirio. Este hombre había obtenido de la municipalidad una licencia para construir una casa de dos pisos, y los cimientos habían sido puestos de acuerdo con eso. Sin embargo, a fin de aumentar sus ingresos alquilando el edificio, este asirio había construido un tercer piso sin el permiso para hacerlo. El resultado fue, que mientras estábamos viviendo en la casa, todo el edificio empezó a hundirse en una esquina y finalmente se salió de la perpendicular. ¿Por qué razón? Los cimientos no eran lo bastante fuertes para soportar la casa que aquel hombre trató de construir sobre ellos. Aun así en el orden espiritual sucede lo mismo en la vida de muchos que profesan ser cristianos. Empiezan con la intención de erigir un magnífico edificio de cristiandad en sus vidas. Pero, por desgracia, antes de mucho tiempo su estupendo edificio empieza a hundirse, a vacilar, a salirse de la verdad. Se inclina grotescamente. A veces se derrumba por completo y no quedan más que las ruinas de un montón de promesas y oraciones y buenas intenciones que no se cumplieron. Debajo de esta masa de ruinas yace enterrada la razón de ese fracaso: sus cimientos. Por no haberse puesto como es debido, no pudieron soportar el estupendo edificio que estaba planeado.

Cristo la Roca

Entonces, ¿cuál es el cimiento designado por Dios para la vida cristiana? La respuesta clara la da el apóstol Pablo: Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo (1 Corintios 3:11).

Esto también lo confirma Pedro cuando habla de Jesucristo: Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa… (1 Pedro 2:6). Aquí Pedro se está refiriendo al pasaje en Isaías que dice: Por tanto, así dice el Señor Dios: He aquí, pongo por fundamento en Sion una piedra, una piedra probada, angular, preciosa, fundamental, bien colocada (Isaías 28:16 BLA).

Así, el Antiguo Testamento y el Nuevo por igual concuerdan en este hecho vital: el verdadero fundamento de la vida cristiana es Jesucristo mismo; nada más, ni nadie más. No es un credo, una iglesia, una denominación, una ordenanza o una ceremonia. Es Jesucristo mismo y “nadie puede poner otro fundamento.”

Analicemos las palabras de Jesús:

Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elias; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ellas. Mateo 16:13-18″

Se ha sugerido que estas palabras de Jesús significan que Pedro es la roca sobre la que se ha de edificar la Iglesia cristiana, y por lo tanto que Pedro es en cierto sentido el cimiento de la cristiandad más bien que Cristo mismo. Esta cuestión es de tan vital importancia y alcance, que es imperativo examinar las palabras de Jesús muy cuidadosamente para asegurarse de su sentido exacto.

En el griego original del Nuevo Testamento en la respuesta de Cristo a Pedro, hay un deliberado juego de palabras. En griego el nombre “Pedro” es Petros; la palabra que significa “roca” es petra. Jugando con la similitud de ambos sonidos, Jesús dice: Tú eres Pedro [Petras], y sobre esta roca [petra] edificaré mi iglesia (Mateo 16:18). Aunque los sonidos de estas dos palabras son muy parecidos, su significado es muy diferente. Petros significa una piedrecita o guijarro. Petra es una gran roca. La idea de construir una iglesia sobre un guijarro es obviamente ridícula y por lo tanto no podría ser lo que Cristo quiso decir. Jesús utiliza este juego de palabras para mostrar la verdad que él está tratando de enseñar. No está identificando a Pedro con la roca, sino destacando cuán pequeño e insignificante es el guijarro, Pedro, comparado con la gran roca sobre la que se ha de edificar la Iglesia.

Tanto el sentido común como la Escritura confirman este hecho. Si la Iglesia de Cristo estuviera realmente fundada sobre el apóstol Pedro, sería con certeza el más inseguro e inestable edificio del mundo. Más adelante en ese mismo capítulo del Evangelio de Mateo leemos que Jesús empieza a advertir a sus discípulos de su inminente rechazo y crucifixión. El relato continúa así: Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Mateo 16:22-23 Aquí Cristo inculpa directamente a Pedro de dejarse dominar por las opiniones de los hombres, e incluso por incitaciones del mismo Satanás. ¿Cómo podría semejante hombre ser el cimiento de toda la Iglesia cristiana? Más adelante en los evangelios leemos que, en vez de confesar a Cristo ante una doncella, Pedro niega públicamente a su Señor tres veces. Incluso después de la resurrección y del día de Pentecostés, Pablo nos cuánta que Pedro, dejándose dominar por el miedo a sus compatriotas, transige en un punto concerniente a la verdad del evangelio (ver Gálatas 2:11-14).

Con toda seguridad Pedro no era una roca. Era un líder nato, impetuoso, que se daba a querer… pero un hombre como cualquier otro, con todas las debilidades inherentes a su humanidad. La única roca sobre la que puede basarse la fe cristiana es sobre el mismo Cristo. La confirmación de este hecho vital se encuentra también en el Antiguo Testamento. David el salmista, inspirado proféticamente por el Espíritu Santo, dice esto: El Señor es mi roca (…) en quien me refugio; mi escudo, y el cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable. Salmo 18:2 (BLA). En el Salmo 62 David hace una confesión de fe parecida:

En Dios Solamente está acallada mi alma;
De él viene mi salvación.
El solamente es mi roca y mi salvación;
Es mi refugio, no resbalaré mucho.
Alma mía, en Dios solamente reposa, (…)
El solamente es mi roca y mi salvación.
Es mi refugio, no resbalaré,
En Dios está mi salvación y mi gloria;
En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Salmo 62:1-2, 5-7

Nada podría ser más claro que esto. La palabra roca aparece tres veces, y la palabra salvación, cuatro. Es decir, las palabras roca y salvación son íntima e inseparablemente asociadas por la Escritura. Las dos se encuentran sólo en una persona, y esa persona es el mismo Señor. Esto lo acentúa la repetición de la palabra solamente. Si alguien necesitara mayor confirmación podemos aprovechar las palabras del mismo Pedro. Hablando del pueblo de Israel respecto de Jesús, Pedro dice: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Hechos 4:12

El Señor Jesucristo, por lo tanto, es la verdadera roca, la roca de los siglos, en quien hay salvación. La persona que edifica sobre este fundamento puede decir, como David: El solamente es mi roca y mi salvación El es mi refugio, no resbalaré mucho. Salmo 62:6

Enfrentamiento

Entonces, ¿cómo edifica una persona sobre esa roca, que es Cristo? Regresemos al momento dramático en que Cristo y Pedro están cara a cara y Pedro dice: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16). Hemos visto que Cristo es la roca. Pero no aislado o abstracto. Pedro tenía una experiencia personal definida. Hubo cuatro etapas sucesivas en esta experiencia:

1. Un encuentro directo y personal de Pedro con Cristo. Ambos estaban cara a cara. No hubo mediador entre ellos. Ningún otro ser humano tomó parte alguna en la experiencia.

2. Una revelación personal directa concedida a Pedro. Jesús dijo a Pedro: “No te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos’’ (Mateo 16:17). No fue el resultado del razonamiento natural o de la comprensión intelectual. Fue el fruto de una revelación espiritual directa a Pedro del mismo Dios Padre.

3. Un reconocimiento personal por parte de Pedro de la verdad que así le ha sido revelada.

4. Una confesión abierta y pública por parte de Pedro de la verdad que ha reconocido.

En estas cuatro etapas sucesivas vemos lo que significa edificar sobre la roca. No hay nada abstracto, intelectual o teórico acerca de todo eso. Cada etapa implica una experiencia individual definida. La primera etapa es un encuentro personal y directo con Cristo. La segunda, es una revelación espiritual directa de Cristo. La tercera, es un reconocimiento personal de Cristo. La cuarta, es una confesión abierta y personal de Cristo. A través de estas cuatro experiencias, Cristo se convierte, para cada creyente, en la roca sobre la que se edifica su fe.

Revelación

Surge la pregunta: ¿Puede una persona hoy llegar a conocer a Cristo de la misma forma directa y personal en que Pedro llegó a conocerlo? La respuesta es sí, por las dos razones siguientes:

Primera, quien fue revelado a Pedro no fue Cristo en su naturaleza puramente humana; Pedro ya conocía a Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero. Quien fue revelado a Pedro entonces fue el divino, eterno e inmutable Hijo de Dios. El mismo Cristo que vive ahora exaltado en el cielo, a la diestra del Padre. En el transcurso de casi dos mil años no ha habido cambio alguno en él. Sigue siendo Jesucristo, el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Como fue revelado a Pedro, todavía puede ser revelado hoy a los que sinceramente lo buscan.

Segunda, la revelación no vino de “carne y sangre”; por algún medio físico o sensorial. Fue una revelación espiritual, la obra del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que dio a Pedro esta revelación todavía obra en todo el mundo, revelando al mismo Cristo. Jesús prometió a sus discípulos: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Juan 16:13-14

Puesto que la revelación espiritual está en el plano eterno, espiritual, no está limitada por factores físicos, tales como el paso del tiempo o los cambios de idioma, costumbres, ropas o circunstancias. Esta experiencia personal con Jesucristo, el Hijo de Dios —revelado por el Espíritu Santo, reconocido y confesado— sigue siendo la única roca inalterable, el único cimiento inconmovible, sobre el cual tiene que basarse toda verdadera fe cristiana.

Los credos y las opiniones, las iglesias y las denominaciones, todos pueden cambiar, pero esta única roca de la salvación de Dios mediante la fe personal en Cristo permanece eterna e inmutable. Sobre ella una persona puede edificar su fe en el tiempo y para toda la eternidad con una confianza y seguridad que nada podrá derrumbar jamás.

Reconocimiento

Nada es más impactante en los escritos y testimonios de los primeros cristianos que su serenidad y confianza en lo concerniente a su fe en Cristo. Jesús dice: Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3

Esto no significa conocer a Dios de una manera general mediante la naturaleza o la consciencia como Creador o Juez. Es conocerlo revelado personalmente en Jesucristo. Tampoco es conocer a Jesucristo como un personaje histórico o como un gran maestro. Es conocerlo directa y personalmente, y a Dios en él. El apóstol Juan escribe: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. 1 Juan 5:13

Los primeros cristianos no sólo creían, también sabían. Tenían la experiencia de la fe, que producía un conocimiento definido de lo que ellos habían creído. Un poco más adelante en el mismo capítulo Juan repite: Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna (v.20).

Observe la humilde aunque serena confianza de estas palabras. Se basan en el conocimiento de una persona, y esa Persona es Jesucristo mismo. Pablo tenía la misma clase de testimonio personal cuando decía: Yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. 2 Timoteo 1:12

Pablo no dijo: “Yo sé lo que he creído”, sino “Yo sé a quién he creído”. El fundamento de su fe no era un credo o una iglesia, sino una Persona a quien él conocía en una relación directa: Jesucristo. Como resultado de esta relación personal con Cristo, tenía una confianza serena en lo concerniente al bienestar de su alma que nada podría echar abajo en esta vida o en la eternidad.

Confesión

Durante años conduje reuniones callejeras en Londres, Inglaterra. Al final de las reuniones, a veces me acercaba a la gente que había estado escuchando el mensaje y les hacía esta simple pregunta: “¿Es usted cristiano?” Muchas veces recibía respuestas como: “Creo que sí” o “Espero que sí” o “Trato de serlo” o “No sé”. Todos los que dan respuestas como esas dejan al descubierto un hecho: Su fe no está fundada sobre un conocimiento directo y personal de Jesucristo. Supongamos que yo le hiciera la misma pregunta: ¿Es usted cristiano? ¿Qué respuesta me daría?

Un consejo final de Job: Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien (Job 22:21).

Cita del libro “El Manual Del Cristiano Lleno Del Espíritu”

© Derek Prince Ministries International, Inc.

www.ministeriosderekprince.org

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2 comentarios sobre “MANUAL (1) – Los cimientos de la fe cristiana

  1. MUCHAS GRACIAS, HERMANO VIRGILIO Y FAMILIA OS AMAMOS EN CRISTO, Y DAMOS A DIOS LAS GRACIAS POR TODO LO QUE NOS PUEDES AYUDAR ESPIRITUALMENTE,
    Lastima que no podamos ayudar economicaménte, nos sabe muy mal
    por tanta labor como nos haces.

    • Querida Isabel, es un gozo poder compartir lo que hemos recibido de pura gracia del Señor usando estos medios que tenemos a nuestro alcance hoy día. Que el Señor multiplique su palabra en nuestra generación y haya muchos que, como tú, tiene hambre y sed de justicia por la verdad. Un abrazo de toda la familia en Cristo.

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