Entonces él dijo: ¿En qué bautismo, pues, fuisteis bautizados? Ellos contestaron: En el bautismo de Juan. Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hechos 19:3-5).
Los discípulos de Efeso tenían una fe limitada por lo que habían oído: sólo el bautismo de arrepentimiento, aunque como buenos discípulos cuando oyeron del bautismo en el nombre de Jesús se bautizaron sin demora. La obediencia a la palabra revelada es una característica de todo buen discípulo de Jesús.
Muchos predicadores de la actualidad ponen el énfasis en la predicación de su maestro inicial. Estos pioneros, discípulos del Maestro, descubrieron alguna verdad que por el motivo que sea no se había predicado antes, o no con el matiz que ahora le da el nuevo predicador. A partir de ahí se genera un movimiento alrededor de ese líder. Hace de la «exclusividad» el motor central de su mensaje y todos aquellos que lo aceptan basan su predicación en la óptica que ha imprimido a sus con-discípulos, los cuáles son ahora más celosos y fanáticos que el pastor original. Construyen una doctrina hermética sobre su particularidad y la transmiten como un sello de identidad propia. Su mensaje se centra casi únicamente en ese mono-tema. Prediquen lo que prediquen acaban enseñando esa verdad (pueden ser varios temas, claro, un cuerpo de doctrina que gira sobre el eje establecido alrededor de la supuesta revelación original), escriben libros sobre ello, lo presentan como algo esencial que todos los demás cristianos tienen que aceptar e incluir en su teología, y quienes no lo hacen son considerados cristianos de otro nivel.
Así construimos el sectarismo y la exclusividad que caracteriza a muchas iglesias evangélicas de la actualidad. El apóstol Pablo no hizo eso. El autor de la carta a los Hebreos nos enseña que debemos avanzar hacia la madurez, no girar todo el tiempo sobre ciertas verdades esenciales, necesarias y fundamentales, si no madurar mediante el alimento sólido y tener los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal (Heb.5:12-6:3). Para ello necesitamos un alimento completo, todo el consejo de Dios, la totalidad del evangelio y no solamente un énfasis doctrinal impuesto por predicadores con buenas intenciones pero que impiden el crecimiento de los discípulos. Necesitamos la diversidad de dones en el cuerpo de Cristo y no solo el don predominante del líder.
El discípulo del Señor cuando oye la verdad del evangelio la obedece sin sectarismos ni exclusivismos denominacionales.