71 – Supervisores de la grey de Dios

La vida en el EspírituTened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre (Hechos 20:28).

         Hemos cambiado la aflicción del evangelio por el reconocimiento de un título que nos da preeminencia y dominio sobre la grey de Dios. Esto está ocurriendo en demasiados lugares en este mismo momento. Por ello quiero pararme unos instantes en el texto que nos ocupa.

Pablo está de viaje hacia Jerusalén y sabe lo que le espera: prisiones y aflicciones. Ha reunido a los ancianos en Mileto para dejarles su último mensaje (Hch.20:17). No volverán a ver su rostro más (20:25). Les da testimonio de que es inocente de la sangre de todos, pues no ha rehuido declararles todo el consejo o propósito de Dios (20:26,27). Sabe que después de su partida entrarán lobos rapaces que no perdonarán el rebaño, incluso de entre ellos mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos (20:29,30). Me recuerdan las despedidas de Moisés y Josué ante el pueblo de Israel. Todos ellos anticiparon tiempos de desobediencia después de sus partidas, por ello pusieron mucho énfasis en la calidad de los obreros fieles para sostener la verdad en medio del levantamiento de la cizaña inevitable.

Pablo les dice que tengan cuidado de ellos mismos, allí se debe fundamentar el éxito de mantener la verdad de Dios para pasarla a la siguiente generación. El obrero del Señor debe guardarse a sí mismo. Lo repetiría a Timoteo (1 Tim.4:16). Sobre esa premisa se fundamenta el poder guardar la grey de Dios. Procura, con diligencia, presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15). El carácter del obrero es vital para que pueda realizar el cometido asignado por el Espíritu Santo: pastorear la grey de Dios.

Hemos puesto el énfasis sobre el título «epískopos», traducido por obispo, y que significa supervisor, pero ese no es el énfasis de la Escritura, sino la función. La grey, −congregación−, ha sido comprada por la sangre del Cordero, no es propiedad del pastor de la iglesia local. El celo equivocado nos ha llevado en muchos casos a confundir nuestra función con disputas por nuestra posición. El obispo, anciano o pastor es un supervisor de la grey que es de Dios, y debe cumplir su cometido con fidelidad al Señor de la iglesia y no levantarse él mismo como «señor» del pueblo.

         El Espíritu Santo asigna funciones, no títulos, para que cada uno, según el don recibido, sirvamos a la congregación del Señor con fidelidad a Dios.

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