… A otro, dones de sanidad por el único Espíritu… (1 Corintios 12:9).
El tema de la sanidad divina es complejo de forma recurrente. Ha habido malas experiencias, excesos, desequilibrios, espectáculo y aprovechamiento que ha llevado a buena parte de la iglesia actual a moverse en dos extremos: por un lado los que abusan de un tema tan sensible y que incluye mucho dolor, y por otro, quienes huyen de él para evitar las dificultades que puede acarrear. Ambos extremos son contrarios a la verdad bíblica.
Vayamos por partes. La voluntad de Dios es sanar, por eso ha dado este don a la iglesia. Lo vemos en el ministerio de Jesús, el cual es el reflejo exacto de la voluntad de Dios en la tierra. «Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt. 4:23-24).
La sanidad está incluida en la redención. «Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades» (Mt.8:16-17 con Is.53:3-6).
Jesús enseñó a sus discípulos que ellos también harían las mismas obras, incluso mayores (Jn.14:12); el libro de los Hechos lo pone de manifiesto de forma inequívoca.
El apóstol Pedro les dice a los reunidos en la casa de Cornelio que Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y con poder, y este anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch. 10:38). Por tanto, la predicación del evangelio debe incluir orar por los enfermos y echar fuera demonios. Este es el equipo de dones para el ministerio evangelístico (1 Co.12:28).
El mismo Espíritu ha dado dones de sanidad a ciertas personas para que su predicación incluya sanidades. No todos tienen este don, tampoco todos se sanan, muchos regresan a sus casas enfermos; entrar en el interrogante de por qué unos se sanan y otros no es un debate interminable, pero debemos saber que Dios ama a los enfermos, en algunos sanándolos y en otros no; de la misma manera que el evangelio se predica a todos, la voluntad de Dios es que todos sean salvos, pero sabemos que no todos se salvan.
Los excesos y las malas experiencias no deben ahogar la palabra de verdad. Dios quiere sanar y esa debe ser nuestra oración inicial, en los casos en que no sea así el Espíritu nos guardará con paz y esperanza.
El Espíritu Santo ha dado dones de sanidad a algunos hermanos para bendecir a los necesitados y hacer avanzar el plan de Dios que es por fe.