Y en la iglesia, Dios ha designado… en segundo lugar, profetas (1 Corintios 12:28).
Los dones ministeriales son personas, por su parte los dones espirituales son funciones. Cada hombre o mujer llamado por Dios a un servicio tiene la capacidad del Espíritu para la función ministerial a la que haya sido llamado.
El ministerio de profeta es para anunciar la palabra de Dios, hacer discípulos, denunciar el pecado de una persona, una congregación o una nación. Su mensaje tiene la fuerza del martillo que golpea la piedra (Jer.23:29). Suelen ser personas de fuerte carácter, capaces de enfrentar gran oposición, en muchas ocasiones experimentan la soledad de anunciar un mensaje impopular, molesto al hombre carnal e incomprensible para muchos creyentes.
El Señor los envía delante para abrir camino entre una multitud de mentiras y engaños. Su voz tiene un mensaje para regresar a la verdad olvidada o abandonada. Es el ejemplo de Juan el Bautista. Él mismo dijo: «soy una voz que clama en el desierto».
Es inevitable la soledad en la vida de aquellos que han sido llamados como profetas, aunque esto no signifique que su generación los reciba como tales. Generalmente adornamos sus sepulcros una vez han muerto, mientras que en vida no aceptamos su mensaje (Mt.23:29-31).
La mayoría de los profetas de Israel experimentaron el rechazo de sus contemporáneos. Pensemos en Jeremías, en Ezequiel, en Micaías, en Elías y tantos otros. En la iglesia de Antioquia «había profetas y maestros» (Hch.13:1-4). En Hechos 15:32 se menciona a Judas y Silas como profetas, no se trataba de personas solitarias, ambulantes y excéntricos, trabajaban en equipo, estaban en contacto con los demás ministerios.
La profecía hay que juzgarla (1 Co.14:29). No encontramos en la Escritura nada parecido a una actuación individual y caprichosa, estaban sujetos a un consejo de presbíteros y ancianos. No existe en la Biblia el modelo piramidal con un líder/pastor que lo hace todo, lo decide todo y su voluntad es impuesta al cuerpo con autoritarismo.
Es un peligro cuando el Señor da un ministerio fuerte y la persona se enorgullece trabajando solo, oyendo aclamaciones de la gente, por ello es tan importante trabajar juntos. En Antioquia había un equipo ministerial múltiple, se mencionan algunos, y entre ellos fueron llamados por el Espíritu Bernabé y Pablo para una obra apostólica. Oí decir hace años a uno de mis maestros que se necesitan veinte años, o más, de estudio y trabajo con la Escritura para hacer a un profeta.
Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas (1 Co.14:32).