Fundamentos bíblicos para la vida cristiana
MANUAL (3) – La autoridad de la palabra de Dios
En nuestro estudio de este tema, volvamos primero a las palabras del mismo Cristo donde habla a los judíos justificando la afirmación que ha hecho, y que los judíos han rechazado, de que él es el Hijo de Dios. Con objeto de respaldar su reclamación, Cristo cita de los Salmos en el Antiguo Testamento, al que se refiere como “vuestra ley”. He aquí lo que dice:
¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Juan 10:34-36
En esta respuesta Jesús utiliza los dos nombres con los que, desde entonces, más que todos los otros, sus seguidores han designado a la Biblia. El primero de ellos es “la palabra de Dios”; el segundo es “la Escritura”. Será provechoso considerar lo que cada uno de estos dos títulos principales tiene que decir acerca de la naturaleza de la Biblia. Cuando Jesús dijo que la Biblia era “la palabra de Dios”, indicó que las verdades reveladas en ella no procedían de los hombres, sino de Dios. Aunque muchos hombres fueron usados de diferentes maneras para poner la Biblia a disposición del mundo, todos ellos sólo son instrumentos o canales. En ningún caso el mensaje ni la revelación de la Biblia tuvieron origen humano sino que siempre, y únicamente, vinieron del mismo Dios.
La Biblia — La palabra escrita de Dios
Por otra parte, cuando Jesús usó el segundo título, “la Escritura”, indicaba una limitación de la Biblia establecida divinamente. La frase “la Escritura” significa literalmente “lo que está escrito”. La Biblia no contiene todo el conocimiento o el propósito del Dios Todopoderoso en cada aspecto o detalle. Ni siquiera contiene todos los mensajes divinos inspirados por Dios que él ha dado alguna vez por medio de instrumentos humanos. Prueba de esto es que en muchos lugares la Biblia se refiere a los pronunciamientos de profetas cuyas palabras ella misma no registra. Vemos, por consiguiente, que la Biblia, aunque es completamente cierta y autorizada, también es sumamente selectiva.
Su mensaje está dirigido en primer lugar al género humano. Está expresado en palabras que los seres humanos pueden comprender. Su propósito y tema central son la guerra espiritual del hombre. Revela en primer lugar la naturaleza y las consecuencias del pecado y la forma de liberarse del mismo y sus resultados mediante la fe en Cristo.
Demos ahora otro vistazo a las palabras de Jesús en Juan 10:35. No pone aquí su sello de aprobación personal sólo a los dos nombres principales dados a la Biblia —”la palabra de Dios” y “la Escritura”— sino también muy claramente sobre la atribución que la Biblia hace de su total autoridad, porque dice: …y la Escritura no puede ser quebrantada. Esta breve frase: no puede ser quebrantada contiene en sí todas las reclamaciones de autoridad suprema y divina que pudieran alguna vez hacerse en favor de la Biblia. Pueden escribirse volúmenes de controversias a favor o en contra de la Biblia, mas en última instancia Jesús ha dicho todo lo necesario en seis cortas y sencillas palabras: la Escritura no puede ser quebrantada.
Cuando le damos el peso que corresponde a la afirmación de que los hombres asociados con la Biblia fueron, en todos los casos, meros instrumentos o canales y que cada mensaje y revelación provino del mismo Dios, no queda base razonable o lógica para rechazar el reclamo que hace la Biblia de tener completa autoridad. Vivimos días cuando los hombres pueden lanzar satélites al espacio y, mediante fuerzas invisibles como la radio, el radar o la electrónica, controlar el curso de estos satélites a distancias de miles o millones de kilómetros y mantener comunicación con ellos. Si los hombres pueden alcanzar semejantes resultados, entonces sólo el prejuicio ciego de la clase menos científica negaría la posibilidad de que Dios pudiera crear seres humanos con facultades mentales y espirituales que él pudiera controlar o dirigir, mantener comunicación con ellos y recibir sus comunicaciones. La Biblia afirma que eso es en realidad lo que Dios ha hecho y continúa haciendo todavía. Los descubrimientos e invenciones de la ciencia moderna, lejos de desacreditar las afirmaciones de la Biblia, facilitan que gente sincera y de mente abierta conciba la clase de relación entre Dios y los hombres que hiciera posible la Biblia.
Inspirada por el Espíritu Santo
La Biblia indica claramente que hay una influencia suprema e invisible mediante la que Dios, en realidad, controló, dirigió y se comunicó con el espíritu y la mente de los hombres por medio de quienes se escribió la Biblia. Esta influencia invisible es el Espíritu Santo; el propio Espíritu de Dios. Por ejemplo, el apóstol Pablo dice:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. 2 Timoteo 3:16
El vocablo traducido aquí “inspirada” significa literalmente “insuflada por Dios” y está vinculado de modo directo con el término Espíritu. En otras palabras, el Espíritu de Dios el Espíritu Santo fue la influencia invisible, pero infalible que controló y dirigió a todos los que escribieron los distintos libros de la Biblia. Esto lo afirma quizás con mayor claridad el apóstol Pedro:
…entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada. 2 Pedro 1:20
Dicho de otro modo, como ya explicamos, en ningún caso el mensaje o la revelación de la Biblia se originó en el hombre, sino siempre en Dios. Entonces Pedro prosigue explicando cómo sucedió esto:
Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. 2 Pedro 1:21
El término griego traducido como “inspirados por” significa más literalmente “llevados por”, o pudiéramos decir, “dirigidos en su rumbo por”. En otras palabras, tal como los hombres controlan hoy el curso de sus satélites en el espacio mediante la radio y la electrónica, también Dios controlaba a los hombres que escribieron la Biblia por medio de su divino Espíritu, valiéndose de las facultades espirituales y mentales del hombre.
Frente a la evidencia de la ciencia contemporánea, negar la posibilidad de que Dios hiciera esto es sólo una expresión de prejuicio. El Antiguo Testamento nos presenta otra ilustración de la misma verdad acerca de la inspiración divina, tomada de una actividad que va mucho más atrás en la historia humana que los lanzamientos modernos de satélites al espacio.
El salmista David dice: Las palabras del Señor son palabras puras, plata probada en un crisol en la tierra, siete veces refinada. Salmo 12:6 , (BLA)
La ilustración es tomada del proceso de purificar la plata en un horno de barro. (Estos hornos de barro se usan hoy todavía entre los árabes con varios propósitos.) El horno de barro representa el elemento humano; la plata el mensaje divino que se transmite por medio del canal humano; el fuego que garantiza la pureza absoluta de la plata, es decir, la exactitud absoluta del mensaje, representa al Espíritu Santo. La frase “siete veces” indica como lo hace el número siete en muchos pasajes de la Biblia la perfección absoluta de la obra del Espíritu Santo. De este modo, la figura completa nos garantiza que la exactitud total del mensaje divino en la Escritura se debe a la obra perfecta del Espíritu Santo, declarando sin lugar la fragilidad del barro humano y purgando toda escoria de error humano en la plata sin defecto del mensaje de Dios para el hombre.
Eterna y autorizada
Es probable que ningún otro personaje del Antiguo Testamento tuviera un concepto más claro de la verdad y de la autoridad de la palabra de Dios que el salmista David, quien escribe:
Para siempre, oh Señor, tu palabra está firme en los cielos Salmo 119:89, (BLA)
Aquí David recalca que la Biblia no es un producto del tiempo sino de la eternidad. Contiene el pensamiento y el consejo eternos de Dios, formado antes del comienzo de los tiempos o de la fundación del mundo. Fueron proyectados por medio de canales humanos desde la eternidad hasta este mundo de tiempo, pero cuando el tiempo y el mundo pasen, el pensamiento y el consejo de Dios, revelados en la Escritura, permanecerán inconmovibles e inmutables.
Esta misma idea la expresa Cristo: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mateo 24:35
Y una vez más dice David: La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia. Salmo 119:160
En el último siglo o dos, se han dirigido constantes ataques y críticas contra la Biblia, tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento. No obstante, casi todos ellos han sido contra el Génesis y los otros cuatro libros que lo siguen. Estos primeros cinco libros de la Biblia, conocidos como el Pentateuco o la Tora, se le atribuyen a Moisés. Es notable, por lo tanto, que cerca de tres mil años antes que la mente de los hombres concibiera esos ataques contra el Pentateuco, David ya había dado el testimonio del Espíritu Santo, de la fe del pueblo creyente de Dios a través de las edades. La suma de tu palabra es verdad (Salmo 119:160). Dicho de otra forma, la Biblia es verdad desde Génesis 1:1 hasta el último versículo de Apocalipsis.
Cristo y sus apóstoles, igual que todos los creyentes judíos de su tiempo, aceptaron la verdad y autoridad absolutas de todas las Escrituras del Antiguo Testamento, incluidos los cinco libros del Pentateuco. En el relato de la tentación de que fuera objeto Cristo en el desierto por parte de Satanás, leemos que Cristo contestó a cada tentación de Satanás con citas literales del Antiguo Testamento (ver Mateo 4:1-10). Tres veces inició su respuesta con la frase “Escrito está…” En cada ocasión citaba textualmente del quinto libro del Pentateuco, Deuteronomio. Es digno destacar que no sólo Cristo, sino Satanás, aceptaran la autoridad absoluta de este libro. En el Sermón del Monte, Cristo dijo: No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; [Esta frase “la ley o los profetas” se usaba en general para designar las Escrituras del Antiguo Testamento como un todo.] no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. Mateo 5:17-18. (Cursivas del autor). El término jota designa aquí a la letra más pequeña del alfabeto hebreo, que más o menos corresponde al tamaño y la forma de una coma invertida en la escritura moderna. El término tilde designa a un diminuto rasgo en forma de cuerno, menor que una coma, añadido en la esquina de ciertas letras del alfabeto hebreo para distinguirlas de otras, con formas muy similares.
Por consiguiente, lo que dice Cristo, en realidad, es que el texto original de las Escrituras hebreas es tan exacto y autorizado que ni siquiera una parte de ellas, más pequeña que una coma, puede ser alterada o quitada. Es difícil concebir otra fraseología que Cristo pudiera haber usado, con el fin de respaldar mejor la exactitud y autoridad absolutas de las Escrituras del Antiguo Testamento. Durante todo su ministerio de enseñanza en la tierra, él mantuvo constantemente la misma actitud hacia las Escrituras del Antiguo Testamento. Por ejemplo, leemos que cuando los fariseos plantearon la pregunta acerca del matrimonio y el divorcio, Cristo contestó refiriéndolos a los primeros capítulos del Génesis (ver Mateo 19:3-9), y presentó su respuesta con la pregunta:
¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo? (v. 4).
La frase al principio constituye una referencia directa al libro de Génesis, puesto que ése es su título en hebreo.
Además, cuando los saduceos formularon la pregunta de la resurrección de los muertos, Cristo les contestó refiriéndolos al relato de Moisés ante la zarza ardiente en el libro de Éxodo (Mateo 22:31-32). Como hizo con los fariseos, replicó en forma de pregunta: ¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Mateo 22:32 Aquí Cristo cita de Éxodo 3:6. Pero al citar estas palabras escritas por Moisés cerca de quince siglos antes, Cristo dijo, a los saduceos de su día: ¿No habéis leído lo que os habló Dios? Observe que en la frase “os fue dicho por Dios”, Cristo no consideró estos escritos de Moisés como un simple documento histórico del pasado, sino más bien como un mensaje vivo, actualizado y autorizado, directo de Dios para el pueblo de su tiempo.
El paso de quince siglos no había privado al relato de Moisés de su vitalidad, su exactitud o su autoridad. Cristo no se limitó a aceptar la exactitud absoluta de las Escrituras del Antiguo Testamento en todo lo que enseñó, sino que reconoció la autoridad y el control absolutos de ésta sobre el curso total de su propia vida terrenal. Desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección, hubo un principio supremo y dominante expresado en la frase “para que se cumpliese’”. Lo que debía cumplirse era, en cada caso, algún pasaje notable de la Escritura del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, la Biblia registra específicamente que cada uno de los siguientes incidentes en la vida terrenal de Jesús, tuvo lugar en cumplimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento:
- Su nacimiento de una virgen;
- su nacimiento en Belén;
- su huida a Egipto;
- su residencia en Nazaret; su unción con el Espíritu Santo;
- su ministerio en Galilea;
- su curación de los enfermos;
- el rechazo de sus enseñanzas y sus milagros por parte de los judíos;
- su uso de las parábolas;
- la traición que le hizo un amigo;
- el abandono de sus discípulos;
- el odio sin motivo del que fue víctima;
- su condena con criminales;
- la repartición de sus vestidos por suertes;
- el ofrecimiento de vinagre para calmar su sed;
- el traspasar su cuerpo sin que sus huesos se quebraran;
- su entierro en la tumba de un hombre rico;
- su resurrección de los muertos al tercer día.
La vida entera de Jesús fue dirigida en todos sus aspectos por la autoridad absoluta de las Escrituras del Antiguo Testamento. Cuando colocamos este hecho junto a su propia aceptación sin objeciones de esas Escrituras en todas sus enseñanzas, nos queda sólo una conclusión lógica: si las Escrituras del Antiguo Testamento no son una revelación totalmente exacta y autorizada de Dios, entonces Jesucristo mismo estaba engañado o era un engañador
Coherente, completa y todo suficiente
Consideremos ahora la autoridad reclamada por el Nuevo Testamento. Primero debemos observar el hecho notable que, hasta donde sabemos, Cristo mismo jamás escribió una sola palabra… excepto en una ocasión que escribió en la tierra delante de una mujer sorprendida en adulterio. No obstante, ordenó explícitamente a sus discípulos que transmitieran el relato de su ministerio y sus enseñanzas a todas las naciones de la tierra:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Mateo 28:19-20
Antes él había dicho:
Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas. Mateo 23:34
El término escribas significa “escritores”, es decir, los que asientan las enseñanzas religiosas en forma escrita. Por consiguiente está claro que Jesús tenía intención de que sus discípulos dejaran constancia permanente de su ministerio y sus enseñanzas. Además, Jesús tomó las medidas necesarias para que todo lo que sus discípulos escribieran fuera absolutamente exacto, porque prometió enviarles el Espíritu Santo con ese objetivo.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26 Otra promesa similar aparece en Juan 16:13-15.
Observe que en estas palabras Cristo hizo provisión para el pasado y el futuro; tanto para el registro exacto de lo que los discípulos ya habían visto y oído, como para que recibieran con exactitud las nuevas verdades que el Espíritu Santo habría de revelar en adelante. El pasado lo cubre la frase: El (…) os recordará todo lo que yo os he dicho (Juan 14:26) El futuro está previsto en el mismo versículo por la frase él os enseñará todas las cosas y otra vez, en Juan 16:13: él os guiará a toda la verdad.
Por consiguiente, vemos que la exactitud y la autoridad del Nuevo Testamento, como la del Antiguo, no depende de la observación, la memoria o la comprensión humanas, sino de la enseñanza, la dirección y el control del Espíritu Santo. Por esta razón, el apóstol Pablo dice: Toda la Escritura [Antiguo y Nuevo Testamento por igual] es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16).
Encontramos que los mismos apóstoles comprendían esto con claridad y reclamaban esta autoridad para sus escritos. Por ejemplo, Pedro escribe: Amados, esta es la segunda carta que os escribo (…) para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles. 2 Pedro 3:1-2
Aquí Pedro ubica en el mismo lugar las Escrituras del Antiguo Testamento y los mandamientos escritos por los apóstoles de Cristo, como gozando de igual autoridad. Pedro también reconoce la autoridad divina de los escritos de Pablo, porque dice:
Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. 2 Pedro 3:15-16
La frase “las otras Escrituras” indica que incluso en vida de Pablo los otros apóstoles reconocían que sus epístolas poseían la total autoridad de las Escrituras, aunque Pablo mismo nunca conoció a Jesús durante su ministerio terrenal. Por consiguiente, la exactitud y autoridad de las enseñanzas de Pablo dependen únicamente de la inspiración sobrenatural y la revelación del Espíritu Santo.
Lo mismo se aplica a Lucas, quien nunca recibió el título de apóstol. Sin embargo, en el preámbulo de su evangelio declara que él “ha investigado con diligencia todas las cosas desde su origen” (Lucas 1:3). El término griego traducido “desde su origen” significa literalmente “de arriba”. En Juan 3:3, donde Jesús habla de “nacer de nuevo”, es el mismo término griego que se ha traducido “otra vez” o “de arriba”. En cada uno de estos pasajes la palabra indica la intervención directa y sobrenatural, así como la obra del Espíritu Santo.
De este modo, haciendo un cuidadoso examen, encontramos que la aseveración de exactitud y autoridad absolutas del Antiguo y del Nuevo Testamento por igual, no depende de las facultades variables y falibles de los seres humanos, sino de la divina y sobrenatural dirección, revelación y control del Espíritu Santo. Interpretados juntos de esta forma, el Antiguo y el Nuevo Testamento se confirman y complementan uno al otro y constituyen una coherente revelación de Dios, completa y toda suficiente. También hemos visto que nada hay en esta percepción total de las Escrituras que no sea consecuente con la lógica, la ciencia o el sentido común. Al contrario, hay mucho en estas tres para confirmarla y hacerla fácil de creer.